La película venezolana está actualmente en la cartelera nacional. Una historia sobre un matrimonio que va en picada al desastre
Caracas. En Visceral no se sabe qué habrá en el camino. Una pareja vive en un anexo durante los días de la pandemia en 2020. Son los momentos más férreos del confinamiento.
Desde los primeros planos queda claro que ambos sobreviven al día. Susana (Irene Esser) organiza una tabla de Excel con los gastos. En eso llega Jhon (José Ramón Barreto), su pareja con una bolsa que no subraya abundancia. En los pocos segundos frente a cámara, todo pinta normal. Comparten obligaciones en un momento inédito para el mundo, pero a los pocos minutos se sabe que el matrimonio no está nada bien. Resquebrajada la relación siguen juntos por la vicisitud de la epidemia. Además, él es un actor que no consigue trabajo, se siente fracasado. Ella es la única con ingresos que apenas sostienen la dinámica de lo esencial. Pero más allá de lo económico, un hecho contundente rompió toda armonía entre ambos.
Toda la dinámica es llevada al extremo cuando surgen personajes como Iván (César Manzano) y Oscar (Vicente Peña). La película se vuelve un thriller, toda una intriga alrededor de un crimen.

Plano secuencia destacado
Visceral es una película dirigida y escrita por César Manzano, que en 2014 estrenó en la cartelera nacional Espejos. Uno de los atractivos técnicos del largometraje venezolano es el plano secuencia, que destaca especialmente en el primer y segundo acto. Además, destacan las actuaciones de los dos protagonistas, especialmente de Irene Esser, así como de Vicente Peña como policía de dudosa procedencia.
En el primer acto se presenta muy bien el conflicto. Si bien por un momento hay reiteraciones en los planteamientos, sale muy bien librado en afianzar la intriga. Luego, en el segundo acto, el mejor de Visceral, hay todo un despliegue de cámara y actoral que enaltece todo el planteamiento. Como una mosca que rodea lo que aparentemente se descompuso en la convivencia de la pareja y demás involucrados, la cámara se entrega a la expresión de cada personaje, a mostrar poco a poco cómo van cayendo al foso de la calamidad que se les aproxima.
Visceral es un drama que luego se decanta por una intriga de corrupción y extrañas alianzas que van dándole el ritmo. Una película sobre impostores, pues al final la idea es dudar de cada elemento de la fórmula que se va resolviendo paulatinamente.

Tercer acto problemático
Su problema es el tercer acto. Toda la película había transcurrido en la casa de Susana y Jhon, pero ya hacia el final van a otra locación, a la habitación de un hotel en el que se cambian drásticamente la posición y contextos de algunos personajes. Aunque con el transcurrir de la trama se van dando cuenta de algunas motivaciones, hay puntos que no terminan de cerrar. Y que incluso, cuando se le exige al espectador que sea el que ate cabos, no hay mucho qué sostener.
Entonces, esas preguntas minan la fuerza que venía llevando la historia. Tanto, que es en el tercer acto de Visceral donde más se rompe el recurso del plano secuencia. Se puede entender porque es ahí donde parece romperse todo vínculo de los personajes, una manera de subrayar lo que pasa. Sin embargo, la ausencia de algunas respuestas trastoca esa intencionalidad.
Hay un recurso que parece menor, pero que le agrega ironía al largometraje en su revisión de las conductas humanas. Es el contexto de la pandemia en la historia. Fuera de casa todos respetan los protocolos de seguridad sanitaria del momento. Llevan tapabocas, se echan alcohol, se saludan con los codos. Pero adentro, no hay mayor escrúpulo hacia la decadencia y el caos.

Laureada
Visceral ganó en junio ocho premios en el Festival del Cine Venezolano, entre ellos el Premio especial del jurado, Mejor cámara, Mejor actriz (Irene Esser) y Mejor actor de reparto (Vicente Peña). Además, en septiembre obtuvo cinco premios en el Festival de Cine Entre Largos y Cortos, entre ellos Mejor dirección y Mejor guion, además de los reconocimientos actorales a Esser, Barreto y Peña.
La película sin dudas es una de las opciones de cine venezolano que más rompe el molde de lo que se ha presentado este año en ficción entre obras nacionales, una cinta sobre el encierro y situaciones extremadamentes al límite. Además, realza con unas actuaciones que corresponden con el espíritu requerido por la historia.
Visceral da cuenta de un autor que, si bien tenía una década sin estrenar largometraje, ha curado mucho más ese interés por tramas que exigen una presencia más activa del espectador. Un thriller filmado en la intimidad de las paredes, sin nada de exteriores, que evoca muy bien el encierro del contexto en el que se desarrolla, así como las paredes que se ciernen cada vez más sobre los personajes.