A Armando Osuna y su esposa, Ana Guerra, se les hace un nudo en la garganta al ver que todo lo que construyeron en cinco décadas, en La Ladera II, fue destruido en poco tiempo. En la casa vivían cinco núcleos familiares, que también tuvieron que desalojar porque estaban en alto riesgo.
Caracas. Fue el lunes, 31 de octubre, que Armando Osuna encontró el aparato que usa para rascarse la espalda. Lo encontró en el piso, entre la oscuridad y el reguero que quedó dentro de su habitación, luego de la premura del desalojo de hace una semana, en el callejon Santa Rita del barrio La Ladera II, en la parroquia 23 de Enero.
El 24 de octubre se derrumbaron unas 12 viviendas en La Ladera II. Según el ministro de Interior, Justicia y Paz, Remigio Ceballos, al menos 60 casas quedaron en riesgo y 162 familias resultaron afectadas. Los vecinos aseguraron que hay, al menos, tres refugios habilitados dentro del 23 de Enero.
Armando, de 75 años de edad, y su esposa, Ana Guerra de Osuna, de 72 años, todavía ordenan sus pertenencias en la entrada de su vivienda, a la espera de encontrar un transporte que les ayude a llevar todas sus pertenencias hasta Maracay, a casa de una hermana de Armando.
Ambos llegaron a la parroquia 23 de Enero hace más de 50 años. Allí formaron un hogar que luego fueron ampliando. Varios de sus hijos, hermanos y sobrinos, entre otros familiares, vivían en la casa, que es de tres pisos dividida en anexos, incluso ahí funciona el taller de trabajo de Armando. En total eran cinco nucleos familiares dentro de la casa.
“Yo tengo un taller, o lo tenía. Desde mi casa trabajaba en refrigeración, carpintería, plomería, herrería, cerrajería, de todo un poco. Son muchas cosas que tengo que recoger”.
Ana voltea la mirada para disimular los sentimientos que le produce saber que tienen que irse de la casa, la misma que construyeron hace 50 años. Cada tanto Armando siente un nudo en la garganta al ver todo lo que construyó “destruido en tan poco tiempo”.
Armando y Ana no pierden la esperanza de que luego de remover los escombros, las autoridades les permitan habitar la casa de nuevo y puedan reconstruir la parte afectada por el impacto del derrumbe de las otras casas.
La vivienda de la pareja está en terreno llano. Sin embargo, el derrumbe de las viviendas traseras afectó la estructura, y, al momento, los escombros impactaron en varías de las paredes de la casa de Armando.
Al refugio una semana después
Marlen Vargas y José Santana durmieron en casa de quien pudiera recibirlos durante ocho días. Así han sido sus vidas desde que el derrumbe en el callejón La Ladera II afectó su vivienda.
En ese tiempo esperaron por un refugio, hasta que el martes, 1 de noviembre, los llamaron para asignarles un refugio. Inicialmente las respuestas eran negativas: no hay espacio.
El 24 de octubre, día del derrumbe, Marlen no estaba en Caracas. Viajó al estado Barinas para visitar a su mamá, junto con su esposo. Al momento del deslizamiento en casa solo estaban sus dos hijos, Widerson y Yorvi, a quienes desalojaron por orden de protección civil y los Bomberos del Distrito Capital.
Al día siguiente la pareja regresó a Caracas. Sacaron la mayoría de sus pertenencias y las llevaron a casa de un familiar. Todos los días la pareja vuelve al callejón a merodear la vivienda y para hablar con otros vecinos, también afectados, y enterarse si hay información nueva por parte de las autoridades gubernamentales.
La vivienda de Marlen y su familia, aunque está en terreno plano, quedó afectada por la caída de las viviendas que quedaban en la parte de atrás. Esto generó que la estructura se inclinara hacia adelante, al punto que una de las ventanas choca con la pared de la casa que está al frente.
A Marlen la censaron funcionarios del Instituto Municipal de Gestión de Riesgos y Administración de Desastres (Imgrad). En la puerta de la casa se exhibe el número de registro que le otorgaron.
Después del censo le notificaron que su casa es una de las que está en mayor riesgo, por lo que sería demolida próximamente.
“Yo no quisiera que demolieran mi casa. He llorado muchísimo por eso”, dijo Marlen, quien es enfermera del Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño.
Separados
Luego del derrumbe, todas las familias que vivían en casa de Armando se fueron a casas de allegados u otros familiares. Solo uno de los núcleos acudió a un refugio.
Desde el desalojo, Armando y Ana van todos los días a su casa a ordenar sus pertenencias dentro de cajas y bolsas. Llegan en la mañana y se van a eso de las 6:00 p. m.
El callejón Santa Rita, de La Ladera II, se ha vuelto un lugar solitario desde que más de 162 familias fueron desalojadas ante el riesgo del terreno.
Por los momentos, Armando vive en un local inactivo que le cedió un familiar. Mientras que Ana se queda con una de sus hijas en un apartamento que les prestó una amiga, en el bloque 50 del 23 Enero. “Por los momentos estamos separados”, dijo Ana.
La carpa ya no está
“Hoy fui a la carpa para que me tomaran la tensión, pero no había nadie”, fueron palabras de María González, otra damnificadas por el derrumbe en La Ladera II.
Desde el lunes 24 de octubre fue instalada una carpa de atención a pocos metros de la zona en riesgo. Sin embargo, este lunes 31 de octubre no había nada ni nadie.
Tras el derrumbe en este espacio habían tres carpas: una de protección civil y funcionarios de los Bomberos del Distrito Capital, una para atención médica primaría y otra para el censo de los afectados.
En la zona de riesgo solo hay presencia de dos funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), que custodian la entrada hacia La Ladera II.
María ha tenido problemas de tensión esta última semana. Su vivienda es una de las 60 casas en riesgo. Esto debido a que las estructuras que están más arriba podrían caer sobre la de ella si el terreno cede más.
María vive desde hace 17 años en el 23 de Enero. En la actualidad vivía con una sobrina y su hija. Ambas se fueron a una casa que les prestaron, mientras que María está en casa de una vecina porque tampoco ha sido asignada para alguno de los refugios. “No tengo para dónde irme”.
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