La película de Kenneth Branagh tiene 7 nominaciones a los premios Oscar. Es una obra muy personal, ambientada en Irlanda del Norte durante los años sesenta
Caracas. Buddy es un niño que apenas abre los ojos al mundo. No es un bebé, pero está en ese momento de la infancia en el que descubre que el mundo muestra su fuego. A veces quema y otras veces tan sólo advierte con su casi omnipresente calor.
El joven Jude Hill debuta en el cine con el papel protagonista en Belfast, uno de los largometrajes con más nominaciones al Oscar. Opta a ocho estatuillas, entre ellas la de Mejor Película y Mejor Dirección.
La infancia de Buddy vive su antes y después cuando invade su hogar la furia del conflicto entre católicos y protestantes durante los años 60 en la ciudad de Irlanda del Norte, época tensa y de violencia urbana por la animadversión entre ambos grupos.
Comprende que hay disputas. Calles que son trincheras, guardias que custodian en la noche, tensión constante entre quienes van por la acera. El juego en la calle puede ser interrumpido en cualquier momento por alguna escaramuza.
Belfast es dirigida por Kenneth Branagh, quien también escribe el guion. Es una obra considerada por el autor como la más personal. Claro, el cineasta nació en esa ciudad en el año 1960. Además, es la segunda película que estrena en el año. Hace pocas semanas llegó a las pantallas Muerte en el Nilo, en la que también actúa.
Es una película sobre los que se van, los que se quedan y los que ya partieron. Hay un desconcierto muy familiar para el público venezolano, que verá en esta película una historia visualmente encomiable. Imágenes en blanco y negro que contrastan con el color de las escenas en las que se representa una obra de teatro o alguna película. El color en la creación como sentido de brújula por una pasión.
A Buddy le encanta ir al cine, al teatro y lee cómics. La ficción es una opción en la que solo es testigo, mientras que su vida es una aventura de la que apenas se reconoce consciente protagonista.
La niña que le gusta parece inalcanzable. Su familia experimenta una marejada de situaciones ante la adversidad que surge y la tragedia que amenaza con ser presente.
El padre, Pa (Jamie Dornan) sale de la ciudad constantemente por asuntos de trabajo. Ma (Caitriona Balfe) se queda en la ciudad, preocupada además por la dinámica que apunta hacia la inestabilidad.
Sin embargo, entre padre y madre hay discrepancias sobre lo que debe hacerse. Él considera pertinente marcharse del polvorón, mientras ella apuesta a perseverar en casa.
Mientras, Buddy se refugia en los viajes que le ofrece la cultura a la que tiene acceso, así como en los consejos y recuerdos de sus dicharacheros abuelos.
Granny (Judi Dench) trata de ser un cable a tierra ante las aventuradas salidas de Pop (Ciarán Hinds) cuando le responde al nieto. En ellos está la calma de quienes afianzaron su vida años atrás, antes del conflicto. Las actuaciones de ambos son entrañables. De hecho, ambos optan al Oscar en la categoría de actuaciones de reparto.
Belfast logra ser una película dolorosa sin que el espectador se dé cuenta inmediatamente de la tragedia del adiós. Porque la inocencia de la perspectiva desde la que se cuenta resulta tan genuina, que es como dos viajes simultáneos por los sentimientos y hacia tierras desconocidas. La partida como la daga de todos.
Una obra sobre la familia, sus penas, sus maneras de afrontar el mundo, las decisiones que se toman aun cuando carcoman, mientras un niño hace de la vida un mundo en el que sus ilusiones empiezan a tener propósito en esa otra realidad de la que por los momentos solo es testigo.
Al ser una obra mucho más personal, Belfast es una película en la que Kenneth Branagh deja constancia de una intención cinematográfica que sea cónsona con lo que tanto ha recibido, y hecho, durante años.
Un elogio hacia quienes han sido su vida y lo que él ha hecho con su vida. Un homenaje coherente a quienes lo convirtieron en su presente y futuro. Porque la vida son las decisiones tomadas, lo que se deja a un lado y lo que se gana en cada paso.
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