La nueva película presenta a un héroe más cercano y menos tecnológico. Una obra que supera toda expectativa. Robert Pattinson calla a quienes todavía dudan de él
Caracas. Christopher Nolan todavía posee el templo en las adaptaciones de Batman al cine, pero Matt Reeves acaba de empezar a construir otro que configura un nuevo culto de un personaje con muchos dolientes en el mundo de los superhéroes.
Cada vez que se anuncia una película del enmascarado, se encienden las alarmas entre quienes tienen en el altar la trilogía que protagonizó Christian Bale.
Cuando se supo que Robert Pattinson protagonizaría el nuevo largometraje, el sonido de alerta retumbó entre quienes todavía le reclaman la escarcha en la piel de la saga Crepúsculo, pero omiten o desconocen películas como Good Time (2017), The Lighthouse (2019) y The Devil All the Time (2020), por solo citar algunas que demuestran su talento.
Finalmente, llega a cartelera Batman de Matt Reeves, y no solo supera las expectativas, sino que presenta una obra que abre un camino distinto a la forma en la que se ha visto al atormentado personaje en el cine.
Es una obra oscura, en su fondo y puesta en escena. Una película que se mueve constantemente entre las sombras, como el alma de sus protagonistas. Y no es que sea un atributo novedoso en el personaje, pero los directores anteriores exhibieron un mundo con más contrastes en la luz para las escenas.
Matt Reeves y su director de fotografía, Greig Fraser, se desenvuelven en una estética cavernaria, como expresión de una ciudad caída en un pozo profundo, en el que el exterior está a mucha distancia. El rojo como contraste principal.
Y es el esfuerzo de Batman el que trata de sacar del hoyo al lugar en el que nació y creció, pero más aún, en el que asesinaron a sus padres, impulsor conocido de sus acciones.
Robert Pattinson interpreta a un Batman destruido, como se esperaba. Pero hay una diferencia. En este largometraje lo vemos mucho más cercano al resto de los mortales que en el olimpo de los superhéroes.
De hecho, su tecnología no es deslumbrante. Fuera de lo común, claro que sí, pero dista mucho de los artilugios con mil funciones de otras versiones. En esta trama Batman debe resolver sus retos de otras maneras, en las que la mente y la fuerza física apuntan a otras dinámicas.
Varias críticas han señalado a David Fincher como una de las influencias de esta obra. No se equivocan. Es como si Batman fuera un personaje más en Seven (1995). Presenciamos un thriller en el que el protagonista se enfrenta a un laberinto de pistas, a la vez que descubre verdades que socavan las convicciones que lo justifican.
El cineasta escribe el guion junto con Peter Craig, responsable de The Town (2010) y The Unforgivable (2021). Reeves ha dicho que también se ha inspirado en películas como The French Connection (1971), Chinatown (1974) y Taxi Driver (1976).
Por eso, Batman es un ser que vive en una marejada de información que no sólo descifra, sino que también lo derrumban en el constante descubrimiento del mundo que busca mejorar.
El reparto de villanos es impecable. Paul Dano lleva la batuta como Acertijo, un desquiciado que hace de la ciudad el caos más excelso. Le siguen Carmine Falcone (John Turturro) y el Pingüino (Colin Farrell).
La apuesta por el caos como recurso para la implosión se desarrolla con un ritmo vertiginoso y angustiante. Por otro lado, el realizador juega a marcar distancia con su Batman, quien se ve en situaciones extremas con paso lento, en clara intención de diferenciarlo del resto de los superhéroes. Remarca además su determinación en justo suspenso. Cada cambio es bien definido en su conexión por la música de Michael Giacchino, inquietante y majestuoso en cada compás.
Zoë Kravitz como Selina Kyle es formidable, además de lograr una química muy afianzada con Batman en la lucha por encontrar verdad y algo de sentido entre tanta oscuridad.
Tal vez algunos no digieran el ritmo que adquiere la película en determinados momentos, y son los que repararan inmediatamente en las casi tres horas de duración de la película.
Incluso, cuando la situación amerita velocidad en persecución, verán en pantalla escenas poco claras y definidas en sus elementos. Es un juego a favor del desconcierto, pero evidentemente arriesgado.
Hay un momento en el que la película parece que se estrellará. Ocurre cuando Batman y compañía parecen tomar el control de la situación al desentrañar el camino hilarante del Acertijo. Entonces, se entremezclan historias e intenciones de otros personajes en una marejada argumental que resulta levemente reiterativa. Afortunadamente, la historia no se traiciona y el principal villano recobra el control.
No se trata de que sea una película sobre la contraparte, sino más bien de un héroe que empieza a ver cómo en su ciudad surgen amenazas mayores a la acostumbradas, a la vez que su versión del pasado se resquebraja. Entonces, su acción está sometida a la amenaza de la perenne duda.
Batman llega a las pantallas una década después del cierre de la saga firmada por Christopher Nolan. Una trilogía hasta ahora intocable e insuperable. Sin embargo, Matt Reeves reinterpreta al héroe, a quien no lo hace tan súper en su proceder.
Un personaje más humano, pero no por eso menos fuerte ni contundente. Adicto a la venganza, solitario y petulante con los más cercanos.
Batman muestra a una figura atrapada en su propia creación. Un murciélago en jaula, aturdido y aparentemente incapaz de hallar la salida más cercana. Además, una obra que respeta a sus personajes, así como sus fortalezas y limitaciones; justifica la existencia de cada uno, sin condescendencias.
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