Con servicios inestables e ingresos que no alcanzan para cubrir la canasta alimentaria, familias en Bolívar reorganizan su día a día para garantizar lo básico y dejan de lado derechos fundamentales como la recreación, según un informe del Centro de Estudios Regionales (CER) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) Guayana.
Puerto Ordaz. En casa de Jorge*, el ingreso promedio ronda los 400 dólares mensuales para una familia de siete personas: él, su esposa, sus dos hijos y dos sobrinos que están bajo su cuidado, mientras su madre intenta establecerse en Chile para poder llevarse a sus hijos. Con ese monto deben cubrir alimentación, servicios y educación, aunque todos asisten a colegios subvencionados.
“Mi esposa y yo nos rebuscamos vendiendo comida los fines de semana. Algunas veces sopa, otras veces arroz chino. Y una que otra vez algún ‘tigrito’ reparando cosas de plomería donde vecinos o amigos. La mamá de mis sobrinos a veces manda algo de dinero, pero eso va exclusivamente a ellos, para su ropita, sus vitaminas y eso”, relató.
Los ingresos adicionales que logran reunir los destinan a momentos de esparcimiento. Por lo general, se limitan a paseos por centros comerciales y la compra de barquillas de un dólar para compartir en familia.
“Salir a comer fuera, así sean unos perros calientes, es un gasto. A veces sí lo hacemos, pero acostumbramos a que sea un día ‘especial’, como el cumpleaños de alguno de ellos”,
agregó Jorge.
Como Jorge, la mayoría de los hogares en Bolívar enfrenta la necesidad de priorizar los gastos más urgentes.

Bienestar humano en Bolívar
Esta realidad coincide con lo que arroja el más reciente informe sobre bienestar humano en Bolívar, elaborado por el Centro de Estudios Regionales (CER) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) Guayana.
El estudio fue realizado entre noviembre y diciembre de 2024, en los 11 municipios del estado Bolívar, a partir de una muestra aleatoria estratificada de 621 personas mayores de 18 años.
“La encuesta nos permite ver cómo viven y sienten las personas en un contexto marcado por tensiones sociales, movilidad, zonas fronterizas y rezago económico. Su utilidad está en servir como insumo para diseñar políticas públicas contextualizadas, más justas y efectivas”, explicó Aiskel Andrade, directora del CER UCAB Guayana.
Durante un seminario internacional, se dio a conocer que apenas el 27 % de la población percibe un ingreso individual por encima del promedio, que es de 115,07 dólares al mes. El ingreso familiar promedio alcanza los 316,72 dólares, cifra insuficiente frente al costo de la canasta alimentaria de diciembre de 2024, que se ubicó en 498,57 dólares.
Esto quiere decir que familias como la de Jorge están por encima del ingreso promedio, pero aún por debajo del costo mínimo necesario para cubrir alimentación, sin contar otros servicios esenciales.
El informe también evidencia que la recreación ocupa el último lugar entre las prioridades familiares. De los encuestados (621 personas en los municipios del estado Bolívar), el 98,71 % prioriza la alimentación, el 86,31 % destina recursos a productos de higiene personal, el 55,72 % a atención médica y medicinas, y solo el 21,42 % contempla gastos recreativos.
En cuanto al empleo, 73% de los encuestados trabaja, pero predomina el trabajo informal y sin garantías. Un 32% de quienes laboran no cuentan con protección social. A pesar de ello, la mayoría valora positivamente el derecho al trabajo y lo asocia con independencia personal.
Esa informalidad también marca la vida de Carmen Díaz, residente de una zona residencial en Puerto Ordaz.
Adaptados a la precariedad
El estudio, además, evidencia carencias graves en servicios públicos: solo el 59% reporta acceso intermitente al agua, 46 % carece de conexión estable a internet y el 35% no dispone de transporte público confiable. Apenas el 13,52% se muestra satisfecho con el sistema de salud.
“Más que acostumbrarnos, nos hemos tenido que adaptar. En mi urbanización se prende la bomba del tanque a las 7:00 a. m. y lo cierran a más tardar a las 8:30 de la mañana. Al mediodía vuelven a abrir hora y media y luego en la noche, a las 7:30 p. m. Hay veces que no llega agua de la calle y abren el tanque solamente 45 minutos para rendirla. Eso no es vida. Hay que correr a bañarse, fregar, lavar, y recoger agua para tener en el baño”,
contó Carmen Díaz, habitante de una zona residencial en Puerto Ordaz.
Carmen es pensionada del Seguro Social y vive con su esposo, jubilado de una empresa básica. Sus ingresos tampoco alcanzan para cubrir la canasta básica alimentaria.
“Hemos dejado de pagar recibos de condominio porque primero es la comida y las medicinas. Medio resolvemos con los bonos que llegan del Siste,a Patria y cuando mi hijo logra mandarnos dinero, y con eso pagamos deudas”, agregó.
Considera el servicio de internet como su espacio de recreación, al igual que la televisión por cable, que paga su hijo.
“No tenemos carro y mi esposo no puede andar en transporte público porque él tiene que usar andadera. Pagar taxi o gastar más de lo que uno se va a disfrutar y se te descuadra el presupuesto”, expuso.
La historia de Carmen es un ejemplo de lo que denuncia el informe del CER: servicios públicos con graves deficiencias.
El informe del CER también ofrece una mirada desde la percepción individual. Los resultados indican que el 70% se siente insatisfecho con su situación laboral actual, y solo el 41% expresa satisfacción con sus vínculos sociales. “Hemos identificado una baja cohesión comunitaria, lo que limita la participación organizada y las redes de apoyo local”, advirtió Andrade.
Aun así, quienes respondieron la encuesta destacaron aspectos positivos como la tranquilidad dentro de sus hogares, la percepción de seguridad personal y la utilidad de la educación para enfrentar los desafíos diarios.
En medio de las carencias, hay algo que las estadísticas no logran medir con exactitud: la insistencia de estas familias en construir momentos de alegría con lo poco que tienen. Una barquilla para siete, un paseo por el centro comercial, una tarde viendo televisión: gestos mínimos que se transforman en resistencia cotidiana a lo que parece una inercia colectiva.
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