El documental grabado en los Andes de Venezuela es una reflexión sobre el trabajo, la idiosincrasia y las leyendas.

Caracas. Atahualpa Lichy tiene un superpoder: acercar a la gente a los lugares en los que indaga. Y para una muestra el documental Páramos de leyendas traslada al espectador a los confines de la faena en medio de leyendas. 

Como otros tantos países Venezuela tiene una tradición de cantos al trabajo, esas maneras de hacer más amena la jornada en el campo, la montaña o la costa. 

En 2012 el cineasta venezolano estrenó El misterio de las lagunas, una producción de no ficción que se adentra en ese universo realista y casi mágico en los Andes de Venezuela, ese vínculo con las lagunas como deidades a la vez que detalla tradiciones, cuentos, creencias y valores de una manera tan amena que pasa inadvertido como documento sociológico y antropológico de comunidades muy distantes de las metrópolis. 

Ahora, con Páramos de leyendas, no estamos hablando de una secuela, aunque haya fragmentos de aquellos viajes, sino de una inquietud que se asemeja más a pararse en un lugar a descansar durante el viaje, y en esa pausa, encontrarse con modos de vida que para el saturado de concreto pareciera anquilosado en el tiempo, pero que en realidad es otra manera de ver la rutina, una relación impetuosa con el trabajo en condiciones adversas, donde eso que llaman tecnología responde a otros tiempos.

Páramos de leyendas
Páramos de leyendas es un documental venezolano que honra el trabajo y desentraña tradiciones

Atahualpa Lichy logra así un documental que conecta con una realidad casi novelística, con pensamientos sobre la vida que pudieran incluso ser condenados en el juicio apresurado de las redes y de aquellos que ven desde el pedestal. Aunque también es cierto que pudieran ser la antesala a formas hostiles puertas adentro. Pero eso no se sabe.

Recientemente estrenado en la pantalla venezolana, Páramos de leyendas es una película en la que en poco más de una hora el director demuestra su apego por un país pequeño en comparación a vecinos del continente, pero todavía con territorios lejanos y vidas inhóspitas en una ciudadanía abocada a la supervivencia.

Con Diana Lichy como guionista, el documental se grabó en 28 locaciones de los estados Mérida, Táchira y Trujillo. Y en esta oportunidad el realizador se vale de algunas animaciones para recrear personajes. Por ejemplo, cuando se adentra en los cuentos de los momoyes, estas criaturas similares a los duendes que se dicen son protectores del agua y la naturaleza. Ocurre también cuando recrea las apariciones de las brujas. 

Páramos de leyendas
Páramos de leyendas fue distribuido en Venezuela por Gran Cine

Es un recurso que puede generar cierta ruptura con la narrativa, en buena parte concentrada en el relato de los protagonistas, un ejercicio de evocación por parte de arrieros y campesinos que cuentan su vida con orgullo, añoranza y virtud.

Páramos de leyendas es un documental que remueve la admiración hacia lo desconocido y lejano, un trabajo de un autor que sabe encontrar la maravilla en la cotidianidad, como ese hacedor de canciones que hace del ordeño un espectáculo sonoro.

Bueno, Atahualpa Lichy hace del burro que evita el abismo el punto de partida para una película sobre la vida. El trabajo en las alturas, con un frío despiadado, y con los recursos mínimos para enfrentar ese contexto, pero con una personalidad forjada en la fiereza de quien debe mantenerse a pesar de todo. 

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