El 5 de diciembre, los profesores universitarios conmemoraron su día. La fecha sirvió para recordar que son los peor pagados en América Latina y que se valen del pluriempleo para poder subsistir
Caracas. Tutorías a niños y niñas fue la opción de trabajo más cercana a su profesión que Luis Bravo, un docente universitario de la Universidad Central de Venezuela (UCV), encontró al migrar a España en 2023.
La situación de precariedad en la que vivía y recibir cerca de siete dólares mensuales como profesor titular, uno de los cargos más altos dentro del escalafón, lo obligó a dejar el país junto con su esposa, aunque no quería hacerlo.
“En mi casa estábamos al borde de la indigencia”, cuenta el profesor que desde 1974 trabaja en la casa de estudios. Agrega que en la actualidad, su empleo, el de su esposa y la ayuda de sus hijos es la única manera de subsistir.
Como educador jubilado de la UCV recibe un pago cercano a los 100 dólares mensuales. Sin embargo, su vocación y vivir la mayor parte de su vida dentro de la UCV hacen que siga aportándole su grano de arena a la universidad.

Bravo, quien se ha inclinado la mayor parte de su vida al área de investigación, es el encargado de llevar la Memoria Educativa venezolana, un proyecto que tiene aproximadamente 25 años y que está adscrito a la Escuela de Educación de la UCV.
“Ese es mi aporte a la universidad. Es algo simbólico que espero que algún día sea reconocido”, dice sobre el trabajo que desarrolla y por el que no recibe dinero a cambio.
Recuerda que antes que él, muchos de sus colegas decidieron migrar, pero él pudo retrasarlo por ahorros que tenía gracias a su trabajo. Otros optaron por trabajar en muchos oficios completamente ajenos a la profesión para poder subsistir en Venezuela.
Quisiera regresar, pero para costear los gastos de salud, la razón de peso para dejar el país y que en España puede garantizar, lo ha hecho retrasar lo que tanto anhela.
La Encuesta Nacional del Observatorio de Universidades (Enobu) 2023 determinó que los consultados deben acudir a estrategias alternativas para poder costear sus gastos de salud.
El pluriempleo
Desde hace 27 años, Mercedes* no deja la docencia porque, más que un trabajo, significa una labor que lleva a cabo con pasión.
«Disfruto estar con los estudiantes, ver cómo se van transformando con el proceso de enseñanza. Cuando estoy en el laboratorio, me siento como en mi lugar feliz», manifiesta sobre su lugar de trabajo en la Escuela de Agronomía de la UCV.
Pero ver que su sueldo solo le alcanzaba para pagar lo más básico de la comida y algún medicamento, la impulsó a hacer otras labores, entre las que están escribir contenido para una empresa que hace páginas web.
Insiste en que el amor que siente por lo que hace es la única razón por la que no deja de enseñar.

«Podría jubilarme, pero esto que hago me llena como profesional. Nunca me he planteado dejar de hacer lo que hago. Creo que ayuda también que no tengo hijos, ni algún familiar que dependa de mí, si no, quizás pensaría diferente», aclara.
De acuerdo con el Observatorio de Universidades, el salario más alto de un profesor venezolano es 27 dólares, por lo que 7 de cada 10 docentes se dedican a otras actividades para obtener mayores ingresos.
Sin generación de relevo
José Gregorio Afonso, presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela, asevera que la situación de los docentes es muy grave en la institución educativa porque no tienen generación de relevo.
“El promedio de edad de nuestros profesores activos es de 54 años, siendo las facultades más jóvenes Agronomía y Ciencias, que tienen 50”, indica.
Del total de activos, cuyo porcentaje es 51 % de lo que la universidad necesita, 30 % puede solicitar su jubilación si lo quisiera y el resto, en cinco años.

Muchos ya lo están, pero se mantienen dando clases por compromiso con el futuro de su profesión y convicción de la carrera que escogieron como proyecto de vida.
Uno de los problemas, a su juicio, es que no hay incentivos para llevar a cabo la actividad académica. Entre el primer grado, que es el profesor instructor, y el último, que es titular, va entre 9 y 15 dólares mensuales.
Pérdida de valor
Para subir de escalafón, hay una serie de pasos y estudios cursados que todo profesor debe cumplir, en caso de aspirar a hacerlo.
“Para pasar de primer nivel que es de instructor a asistente, se debe presentar un trabajo de ascenso a todo un jurado y hacer una elección pública de un conjunto de temas, dar una clase. Después esperar dos años, esperar unos años mínimo, publicar artículos y otra serie de requisitos, ¿para recibir dos dólares más mensuales? No vale la pena”, lamenta Afonso.
Considera que por eso los docentes trabajan “tanto como pueden” y el pluriempleo es la única opción que los ayuda a mantener su labor y su bolsillo.
“Buscamos trabajar en el entorno para mantenernos aquí. Eso no es normal porque los académicos deberíamos dedicarnos de forma exclusiva a la labor de crear y transmitir conocimiento”, expresa.
El pasado 5 de diciembre, los profesores universitarios conmemoraron su día siendo los peor pagados en América Latina.
Desde marzo de 2022, ni los docentes, ni trabajadores públicos reciben un aumento salarial, que se mantiene en 130 bolívares. El resto, corresponde a bonos otorgados por el Gobierno, que no toda la población percibe.
El conteo de la Asociación de Profesores de la UCV contabiliza que los empleados públicos activos del país, jubilados y pensionados llevan 997 días a la espera de un aumento salarial.
Lea también:
San Diego y Valencia le hacen la guerra a las infracciones viales ante aumento de accidentes