El chavismo continúa con la movilización de sus fuerzas ante la mayor presencia militar estadounidense en el Caribe desde 1989. La tensión escaló tras el ataque del 2 de septiembre que dejó 11 muertos y un operativo con buques, submarinos y cazas F-35, calificado de “letal y desproporcionado” por algunas ONG.
Caracas. El Gobierno de Nicolás Maduro ha activado todos sus mecanismos de respuesta ante la mayor escalada militar estadounidense en el Mar Caribe desde la invasión de Panamá en 1989.
Después del “ataque letal” lanzado por Estados Unidos (EE. UU.) el 2 de septiembre, que dejó 11 muertos en aguas internacionales cerca de Venezuela, por el bombardeo de una lancha que supuestamente zarpó de su territorio, las relaciones entre ambos países parecen haber entrado en un punto de no retorno, hasta elevar la tensión a niveles inéditos.
El último episodio ocurrió este lunes, 8 de septiembre, con la visita sorpresiva y altamente simbólica del titular del recién renombrado Departamento de Guerra de EE. UU. — antes Departamento de Defensa—, Peter Hegseth, al buque anfibio USS Iwo Jima, desplegado en las cercanías de Venezuela.
Casi al mismo tiempo, el chavismo reaccionó con un comunicado desafiante del alto mando militar, que buscaba proyectar cohesión y vigilancia, y con una inusual rueda de prensa de la vicepresidenta Delcy Rodríguez, enfocada en deslegitimar lo que el oficialismo llama una “narrativa de Washington” ante la comunidad internacional.

Mientras Hegseth, acompañado por el general Dan Caine, jefe del Estado Mayor Conjunto, arengaba a las tropas en Puerto Rico al asegurarle a los soldados que “esto no es entrenamiento, es real”, el ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, advirtió en el solemne comunicado que el “despliegue agresivo” de destructores estadounidenses requería de una “actitud atenta y alerta”, citando a Simón Bolívar: “Dios concede la victoria a la constancia”.
Este formato intentó proyectar unidad, firmeza y serenidad frente a lo que el chavismo considera “una amenaza imperial”.
“En el norte se quitaron las caretas, ya no es que John Bolton escribió un libro… son demostraciones fehacientes de lo que estamos viendo de cara al Caribe, un territorio que ellos quieren como propio, un mar interno”,
señaló Padrino López.

Los datos de Delcy Rodríguez
La vicepresidenta ofreció una amplia rueda de prensa minutos antes de la llegada de Hegseth al Caribe, con el objetivo de contrarrestar la justificación de la operación militar.
Rodríguez presentó lo que llamó “pruebas irrefutables” con base en informes de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).
Aseguró que, entre 1999 y 2025, “Venezuela no aparece como un país de relevancia en materia de drogas ilícitas, de estupefacientes y de narcóticos”.
Ratificó que las acusaciones de Washington son una de las “peores mentiras, falsarias, patrañas que se ha vertido” sobre el país. Este discurso sigue la línea oficial que incluso ha negado episodios como el hundimiento de una embarcación que supuestamente zarpó de San Juan de Unare, estado Sucre, con 11 tripulantes y un cargamento de drogas no especificado.
“Solo un 5 % de la droga intenta ingresar por Venezuela y de ese porcentaje logramos incautar y destruir el 70 %”, argumentó, antes de insistir en que el control del chavismo es “más efectivo” que cuando en el país operaba la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
Estas declaraciones chocaron con las de Hegseth desde el USS Iwo Jima, donde aseveró que las operaciones forman parte de una estrategia para “poner fin al envenenamiento del pueblo estadounidense” por las drogas. Así vinculó directamente al gobierno de Maduro con los cárteles, mientras la gobernadora de Puerto Rico, Jenniffer González-Colón, lo calificó de “narcodictador”.

Escalada real
Más allá de la retórica, la movilización militar se intensificó. La presencia de EE. UU. en el Caribe es la más significativa desde la invasión de Panamá en 1989.
El despliegue incluye ocho buques de guerra, un submarino nuclear, aviones P-8 Poseidon y diez cazas F-35 en Puerto Rico. Todos respaldados por 4500 infantes de Marina del Grupo Anfibio Iwo Jima.
La tensión dejó de ser discursiva el 2 de septiembre. Ese día un “golpe de precisión” estadounidense contra una lancha que, según Washington, transportaba drogas del Tren de Aragua, causó la muerte de 11 personas.
El presidente de EE. UU., Donald Trump, difundió el video del operativo en sus redes sociales el mismo día, con la frase “hay más por venir”. Al día siguiente del ataque, el 3 de septiembre, la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) denunció que las fuerzas estadounidenses realizaron una “escalada letal desproporcionada” contra una embarcación civil, sin justificación aparente.
“Lo que hemos visto hasta ahora sugiere que las fuerzas armadas de los Estados Unidos hicieron algo que nunca habían hecho, hasta donde sabemos, en más de 35 años de participación militar en la interdicción de drogas en el Mar Caribe: una escalada instantánea a una fuerza letal desproporcionada contra un buque civil sin ninguna justificación aparente de autodefensa”,
alertó WOLA.
Maduro denunció el despliegue como “la mayor amenaza en un siglo”. Previamente, el gobernante había ordenado la movilización de 4.500.000 milicianos, con lo que se evocaron los peores momentos de la Guerra Fría.
El contraste fue marcado. Mientras el Pentágono exhibía determinación con su despliegue, Caracas respondía con una movilización masiva de civiles, lo que sumió a la región en mayor incertidumbre.
La llamada “diplomacia de cañoneras” de Washington se enfrenta así a la “defensa popular en armas” del chavismo, con el Caribe al borde de un conflicto de consecuencias imprevisibles.

El Psuv activa la “defensa popular”
La alerta máxima también alcanzó al partido oficialista. Diosdado Cabello, secretario general del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), anunció que en el próximo Congreso de la tolda roja se discutirá “la transición del pueblo en paz al pueblo en armas”.
“No estamos llamando a guerra de ningún tipo. (Pero) nuestro pueblo debe estar preparado y alerta en todas las instancias, en todos los frentes, de todas las maneras y formas”.
Como ejemplo de esta preparación, durante un acto en La Guaira realizado la tarde este 8 de septiembre, Cabello juramentó a 303 graduados de la primera cohorte del “Curso de Entrenamiento de Resistencia Revolucionaria”, jóvenes instruidos en “técnicas de comando, combate y estrategia”.
En el evento televisado, los jóvenes juraron defender la soberanía “hasta perder la vida si fuese necesario”. Cabello les dijo: “El mundo los está viendo; sin ninguna formación militar ni policial se vinieron para acá y hoy salen para hacerle frente al enemigo que sea”.
Para organizaciones de derechos humanos, esta militarización de la sociedad civil funciona más como un mecanismo de control y adoctrinamiento interno que como una medida defensiva ante amenazas externas.
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