La película venezolana relata la historia de unos estudiantes que recorren el país en búsqueda de una estrella de la televisión.
Caracas. Si bien el cine venezolano suele ser asociado con dramas sociales, violencia y conflictos urbanos, no es mentira que hay una tradición de comedias entrañables que tuvo su apogeo en Papita, maní, tostón, de Luis Carlos Hueck.
Ahora, hace unas semanas se estrenó en la cartelera nacional Un viaje de película, de Carlos Daniel Alvarado, un largometraje con buenas intenciones para resaltar la venezolanidad y el arraigo.
Cuenta la historia de cuatro estudiantes de cine que deciden hacer un documental para una de sus clases. Entre los objetivos que se proponen está conseguir a la actriz Claudia Villanueva, a quien persiguen por distintas regiones del país. En el periplo, viven una serie de infortunios, desencuentros y reencuentros.

La comedia busca ser amena y universal en su alcance. Si bien no intenta ser familiar, se apoya en esa propuesta en la puesta en escena, maneras y diálogos muy en sintonía con las formas de expresión de la televisión venezolana, especialmente la de los años noventa.
El director y coguionista viene de una familia que se afianzó en la cultura popular gracias a la televisión, y creció en ese medio durante esa época, una etapa para nada ajena para él. Así que esa dinámica no le es ajena.
Un viaje de película es una obra ligera, con un elenco con química en pantalla, y una premisa sencilla. Es una historia que va directo al grano.
De hecho, es un largometraje fácil de ver, sin recovecos innecesarios en su guion. Muy de la impronta de Papita, maní, tostón, con diálogos cercanos y cotidianos, y con una apuesta a tomar elementos de la idiosincrasia para lograr comedia.
Ahora bien, su principal traspiés está en su intención de resaltar la potencia del paisaje venezolano durante el metraje. Entonces las vicisitudes de los protagonistas se ven mermadas por repentinos diálogos que subrayan la belleza de una playa o de una montaña.

Y no ocurre pocas veces. El ritmo y la naturalidad que logran los actores con sus personajes se ven afectados por unas líneas de promoción turística que suenan muy impostadas.
Ese afán por mostrar belleza y recalcar el llamado al orgullo desde la contemplación incluso atenta contra los minutos finales de Un viaje de película, cuando el grupo de jóvenes viaja a la Gran Sabana. En esa escena, la redundancia de imágenes mella la sorpresa que el personaje de José Ramón Barreto quiere darle a sus amigos, a quienes les muestra el Salto Ángel. Pero ya, segundos antes, la imponente caída de agua había sido mostrada en pantalla.
Con un elenco en el que también están Adriana Marval, Jhon Guitian, Karla Viera y Mario Becerra, Un viaje de película tiene deslices, sí, pero no deja de ser una propuesta entretenida que seguramente se convertirá en una de las producciones nacionales más vistas de 2025 en la cartelera.
Una película que se inscribe en la ampliación de la oferta temática del cine venezolano, con un elenco acertado que congenia y agrada en pantalla, y que enarbola una nueva generación de actores del cine venezolano.

