Dina Castillo, alcaldesa encargada de Valencia, enfrenta críticas por la tala indiscriminada de árboles. Residentes de sectores afectados denuncian negligencia y apuntan a presuntos conflictos de poder como detonantes de la medida.
Valencia. Cuando Dina Castillo asumió como alcaldesa encargada de Valencia, estado Carabobo—tras la abrupta salida de Julio Fuenmayor—, su llegada no solo marcó un cambio político, sino un giro en la gestión del paisaje urbano.
En cuestión de días, las calles se llenaron de ramas mutiladas y pedazos de troncos. No fue un descuido: era la huella deliberada de un gobierno decidido a borrar hasta el último rastro de su predecesor.
Desde antes del repentino cambio de mando, fuentes cercanas al chavismo habían asegurado a Crónica Uno que la renuncia de Fuenmayor se debió a supuestos “conflictos de poder” entre el exalcalde y el gobernador Rafael Lacava.
Pero el costo de esa batalla lo pagaron los árboles. Entre ellos, los que formaban parte del Plan Búho, un proyecto diseñado para embellecer la ciudad bajo una premisa clave: respetar el medio ambiente.
Ahora, sus restos yacen esparcidos por avenidas como Andrés Eloy Blanco o Branger, donde los cortes toscos y las copas destrozadas delatan la falta de técnica —y de sensibilidad—.

Responsabilidad de podar
Esmeralda Mujica, la ambientalista que asesoró el plan desde sus inicios, estableció como parámetro fundamental del proyecto capacitar a las cuadrillas en podas responsables. Es decir, aquellas que preservan la vida sin sacrificar la estética o la sombra, reveló Fuenmayor en e entrevista con Crónica Uno, cuando se dio a conocer el plan. Pero en abril de 2024, sus enseñanzas parecieron olvidarse.
La experta fundamentó su trabajo en técnicas de poda responsable para evitar la mutilación de árboles, pues insistía en que el arbolado urbano es vital para el ecosistema: proporciona sombra, frescura y valor estético.
Solemny Parra, ingeniera agrónoma que colaboró con el Instituto Municipal de Ambiente (IMA) en 2023, detalló que existen diversos tipos de poda, como la de aclareo —común en grandes ciudades—, que permite el paso de la luz solar pero, mal ejecutada, deriva en mutilaciones. “Sirven para dejar pasar la luz del sol. Es aquí cuando ocurren las mutilaciones”.
Para determinar si un árbol ha sido mutilado, se debe evidenciar que se ha afectado al menos 30 % de su estructura. “Al pasar esto pierde su forma natural”, agregó la agrónoma.

¿Plan Integral de Servicios Públicos?
Aunque Valencia tiene historial de talas indiscriminadas —como las del Jardín Botánico—, la alcaldesa Castillo ha destacado por esta mala práctica. Los árboles de la avenida Andrés Eloy Blanco, Branger y San José de Tarbes son prueba de ello.
Los cortes, realizados sin maquinaria especializada, dejaron ramas astilladas y copas dañadas. Parra advirtió en su momento que esto altera su nutrición.
“Un árbol joven puede salvarse, pero árboles de más de 20 años no tienen la misma suerte”.

Pese a su silencio en abril, Castillo defendió en enero y febrero su Plan Integral de Servicios Públicos, que incluye desmalezamiento y podas “preventivas”. Sin embargo, la falta de equipos —motosierras, tijeras telescópicas— y personal capacitado evidencia su improvisación.

Ante las lluvias, tala
El argumento de “prevención ante lluvias” choca con la realidad: el 19 de abril, un árbol no podado en la avenida Andrés Eloy Blanco cayó durante un temporal.
Como resultado, una guaya de electricidad se reventó, lo que ocasionó un corte eléctrico de más de ocho horas en varios sectores. Irónicamente, ninguno de los árboles mutilados causó daños.

Esta última observación es una de las situaciones que más ha impactado a Oriana Colón, vecina de Prebo, quien camina todos los días entre los restos de lo que fueron árboles centenarios.
“No deja de sorprenderme que el gobierno haya destruido esos árboles. Tienen toda la vida en esa avenida. Afearon el paisaje para evitar daños al tendido eléctrico y al que más debieron atender no lo atendieron y pasamos un montón de horas sin electricidad. Es un reflejo más de la ineficiencia y sus malas políticas públicas”, lamentó.
Colón recalcó que la poda no es la solución, mucho menos si no hay personal capacitado para hacerlo. “La alcaldesa encargada debería invertir como hicieron los Salas y Paco Cabrera durante la primera década de los 2000 y colocar el tendido eléctrico bajo tierra. ¿Qué culpa tienen los árboles de que ellos no inviertan en los servicios públicos”.

Los troncos mutilados, que aún yacen en las calles de Valencia, son más que restos de madera: son símbolos de una administración que confunde renovación con destrucción, a juicio de residentes de la zona. En paralelo, la gestión de Castillo evidencia la poca continuidad administrativa entre gobiernos, aún cuando son del mismo partido.

Sin institucionalidad
En 2023, Marlyn Vargas, entonces directora del Instituto Municipal de Ambiente de Valencia (IMA), enfatizó a Crónica Uno que el arbolado urbano es prioritario —alineado con el quinto objetivo del Plan de la Patria— y que desde 2020 solo realizaban podas responsables.
“Solo talamos en casos estrictamente necesarios. Normalmente, la gente al ver un árbol enfermo, lo talan y eso no debe ser así. El arbolado urbano es sumamente importante. No olvidemos que está enmarcado en el quinto objetivo del Plan de la Patria que es ‘contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana’”.

Estas declaraciones dejan en el aire la interrogante sobre el papel del IMA y del Ministerio de Ecosocialismo frente a malas prácticas ambientales impulsadas desde el propio gobierno. Además, ponen en duda la verdadera finalidad de Carabobo Sostenible, el nuevo proyecto estrella de la Gobernación de Carabobo.
Esta contradicción no es nueva, pero sí especialmente cruda en una ciudad donde cada tala indiscriminada parece borrar no solo ramas, sino también la memoria urbana. El silencio de las instituciones ambientales completa el panorama.
Mientras el IMA —que en 2023 aseguraba actuar solo con “talas técnicas”— evita cualquier referencia al tema, los vecinos, en cambio, no olvidan. Cada tronco cortado al azar les recuerda que, en Valencia, hasta la naturaleza puede ser víctima colateral de una pelea de poder.

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