Juancho, un caimán rescatado en Carúpano en los años 80, se convirtió en pieza clave para la conservación del cocodrilo del Orinoco. Hoy, con 45 años, su descendencia habita ríos de Venezuela y zoológicos de varios países. Este 18 de agosto, sus nietos nacidos 2021 viajarán de Dallas, Estados Unidos, a Guárico para su aclimatación antes de ser liberados.
Caracas. En 1998, Juancho y Miranda, una pareja de cocodrilos del Orinoco, originarios de Venezuela, llegó a Estados Unidos para formar parte de “Orinoco: secretos del río”, una exhibición dedicada a Suramérica en el Acuario Mundial de Dallas. Pero, ¿qué hay detrás de esta historia?
A comienzos de la década de 1980, tras el desbordamiento de un río, un viajero encontró un pequeño caimán y lo entregó a Pedrito González, ecologista y rescatista de animales muy conocido en Carúpano, estado Sucre, donde tenía un rancho con un zoológico familiar.
Pedrito no dudó en darle un espacio al caimán, al que bautizó como Juancho. Cecilia González, su hija de ocho años, lo adoptó como mascota. Cuando Pedrito falleció en 1995, Juancho ya medía más de tres metros y pesaba 181 kilos.
Aunque en Carúpano todos lo llamaban “caimán”, el hocico alargado y estrecho de Juancho delata que en realidad es un cocodrilo del Orinoco (Crocodylus intermedius), uno de los reptiles más grandes y amenazados del mundo.
Pese a su vida en cautiverio, estaba en excelente estado, aunque su tamaño hacía cada vez más difícil su cuidado. La familia, impulsada por lo grande que estaba, decidió entregarlo a Profauna, organismo dedicado a la conservación de especies en Venezuela. Un equipo de biólogos y veterinarios lo examinó, confirmó que estaba en peligro de extinción y lo trasladó a cientos de kilómetros, a un zoocriadero llanero.
“Se quedaron fascinados por el buen estado de su piel, su columna, y se lo llevaron a Puerto Miranda, en Guárico, para que estuviera en contacto con su especie”,
relató Cecilia González, hoy en día periodista con vocación ambientalista.
La despedida de Carúpano marcó el inicio de un largo recorrido que llevaría a Juancho de su entorno familiar a convertirse en un embajador de su especie, para lo atravesó no solo kilómetros, sino distintas etapas en la lucha por la conservación.
“Para nosotros fue muy triste verlo partir, porque lo sentíamos como un miembro más de la familia, pero sabíamos que era lo mejor en ese momento”, contó.
Nuevos planes
En Puerto Miranda, Juancho se reencontró con su especie, pero su destino cambiaría de nuevo. Daryl Richardson, propietario del Acuario Mundial de Dallas, buscaba ofrecer algo distinto a otros zoológicos de Estados Unidos (EE. UU).
Fue así como decidió viajar hasta el hato Puerto Miranda para adquirir diferentes especies. En ese centro, además de una pareja de cocodrilos, también había otras especies venezolanas como lobos de río, monos araguatos, tucanes, flamencos rosados, entre otros.
En ese primer contacto, firmó un convenio con los dueños del zoocriadero, que permitió que Juancho y su pareja migraran hasta Texas. La idea era desarrollar un proyecto de conservación y reproducción. El convenio, por el traslado de los animales, era enviar a Venezuela todas las crías que nacieron en Dallas.
Entre 2005 y 2006, Miranda puso 38 huevos, de los cuales dos fueron infértiles. En 2008, repitió la puesta y sumaron 90 crías. Cumpliendo el acuerdo, 55 de ellas fueron enviadas a Venezuela y liberadas en aguas de Cojedes, Capanaparo y Guaritico.
Las pequeñas, llamadas “vaqueritas”, llevaban una marca en la escama de la cola y una grapa metálica numerada en las patas traseras.
El momento más esperado para los biólogos llegó en 2020. Entonces, una de esas vaqueritas fue recapturada junto a un nido de crías recién nacidas: una confirmación tangible de que el esfuerzo de trasladar y reproducir a Juancho y Miranda había dado frutos en la naturaleza.
Al paso de los años, contó Luis Sigler, biólogo de conservación en el Acuario Mundial de Dallas, notaron que se había incrementado el número de hembras que habían anidado, pero no sabían si esto era por las vaqueritas.
“Finalmente, en 2020, una vaquerita fue recapturada junto a un nido donde había crías eclosionadas; esto demostró que había valido la pena el esfuerzo de reproducir a Juancho y a Miranda en Dallas y haber enviado su descendencia a Venezuela. Juancho y Miranda ya son abuelos de caimancitos que viven en el río Capanaparo”.

Embajadores de la biodiversidad
Uno de los hijos de la pareja, que nació en 2004, fue enviado al Zoológico de Miami en 2006. Se llama One (uno en inglés) y, en 2021, junto a una hembra llamada Bella, tuvo más de 26 crías: la segunda generación de cocodrilos del Orinoco nacidos en zoológicos de EE. UU.
“Una de esas crías lleva la marca 11 y la llamamos Juanito, en honor a su padre One y a su abuelo Juancho”,
contó Sigler.
Otra pareja de caimanes del Orinoco originaria de Venezuela que se encuentra en el zoológico de Brownsville, también produjo 10 crías en el 2021. “Todas estas crías se mantienen como embajadores en diferentes zoológicos de EE. UU.”, comentó.
Juancho, dijo, se encuentra muy bien de salud. En marzo cumplió 45 años.
“Come muy bien y se mueve majestuosamente en su exhibidor. Protege con recelo a su nueva pareja, Dimitri”. La hembra nació en 2008 y tiene 17 años. Esta especie puede llegar a tener en promedio 70 años.
El próximo 18 de agosto, 21 crías nacidas en 2021 viajarán de Dallas a Caracas y luego al Hato Masaguaral para su aclimatación. 16 son nietos de Juancho y cinco, descendientes de otra pareja.
Del Orinoco a Dinamarca
La historia de Juancho es única, pues tuvo una primera familia adoptiva que fueron los González, quienes hasta 2019 no conocían su paradero.
Fue Gabriel “Gabo” Moncada, el hijo mayor de Cecilia quien, al leer por las redes sociales sobre la pareja de cocodrilos en Dallas, le escribió a Sigler preguntándole si ése era el Juancho de su mamá.
La respuesta positiva alegró mucho a esta familia de conservacionistas. Luego, Gabo, quien tiene dotes de artista, hizo un dibujo del cocodrilo al que subastaron en un festival para recaudar fondos para la conservación del cocodrilo del Orinoco “Sumer CrocFest 2021; y en 2022 se encargó de hacer toda la ilustración del libro Juancho, el caimán carupanero, escrito por Cecilia González y producido por Abediciones.
El día de la presentación del libro, Álvaro Velasco, biólogo, llegó cargado de emoción, pues fue uno de los conservacionistas que trasladó a Juancho durante ocho horas a Puerto Miranda y, luego, participó en los trámites para su traslado a Dallas.
Al borde de la extinción
El cocodrilo o caimán del Orinoco es la segunda especie de cocodrilo más grande del mundo, pero a su vez es una de las más amenazadas debido a la explotación irracional por parte del humano. Fue sólo hasta la década de 1970, cuando casi se les llevó al borde de la extinción en Venezuela, que comenzaron las iniciativas para frenar su desaparición.
De las 23 especies de cocodrilos que habitan en el planeta, cinco de ellas viven en Venezuela. La baba o caimán crocodilus en los llanos orientales y occidentales, con las poblaciones de los estados Apure, Barinas, Cojedes, Guárico y Portuguesa.
Más de 20 años después de esa travesía, Velasco tuvo la oportunidad de ir a Dallas y estar en contacto con Juancho. “Suena humanizado esto, pero cuando le estaba dando comida, recordé cómo le hablaban en el rancho de Pedrito y sentí que él me reconoció, fue algo muy bonito”.
Además, Velasco tuvo la suerte de participar en una expedición en el Capanaparo, en la que capturaron a una de las hijas de Juancho, llamada Lala, de casi 3,83 centímetros de largo, una de las hembras que se está reproduciendo en ese espacio.
Y ahora, también hay especies de cocodrilos criollos en Dinamarca, gracias a un convenio que Velasco y otros especialistas suscribieron con un zoológico de ese país para fomentar su conservación.

A 3000 kilómetros
En enero de 2023, lograron llevar siete ejemplares desde el Hato Masaguaral hasta Portugal: una pareja de adultos en capacidad de reproducirse y cinco machitos de dos metros.
Desde allí, los trasladaron por 3000 kilómetros en un vehículo de carga hasta Dinamarca, pasando por España, Francia, Bélgica y Países Bajos.
Llegaron el 13 de enero de ese año a su nuevo hogar, el Zoológico de Cocodrilos en Dinamarca, institución que pagó el traslado donde se espera su reproducción para renovar las poblaciones de esta especie en Venezuela.
“El Zoológico de Cocodrilos de Dinamarca lo que busca es ser un centro donde estén las 28 especies de cocodrilos y caimanes que hay en el mundo. Ya tienen 23. Con esta iniciativa se busca apoyar la recuperación de la especie caimán del Orinoco”,
expresó el experto.
Traerán 26 caimanes
Este año, producto de ese convenio Velasco contó que se están trayendo, en teoría, 26 caimanes, gran parte de ellos son nietos de Juancho. “Otros otros de los caimanes que nos estamos trayendo para Venezuela nacieron en Gladys Porter Sur, pero ahorita no recuerdo cuántos son nietos de Juancho y cuántos cuántos son del otro lado”.
El biólogo, que a principios de agosto de 2025 estuvo en Dinamarca, mencionó que las crías de las especies criollas llevadas para allá han crecido “una barbaridad”, y que ya van a empezar a conformar las parejas.
“En Dinamarca tenían cinco hembras, nosotros llevamos cinco machitos. Vamos a empezar a formar parejas por el tamaño de los machos. Pero estas crías no tienen nada que ver con Juancho. Son unos animales que nosotros teníamos en el Socriadero Masaguaral de diferentes orígenes, por lo menos los dos adultos mayores. Uno nació en el hato El Cedral y la hembra fue recolectada. Los machitos, tres nacieron en el río Cojedes y dos nacieron en el hato Masaguaral”.
De Juancho, contó, sigue en el Dallas War Aquarium, y Miranda, la hembra que siempre estuvo con él, murió hace unos años de vejez.
“Como siempre estuvo acompañado, entonces le pusieron como pareja a Dimitri, que fue fertilizada este año y puso huevos, si mal no me equivoco dos huevos fértiles”.
La historia de Juancho cierra un círculo inesperado: de un pequeño “caimán” rescatado en un pueblo costero a símbolo de la conservación internacional, su vida demuestra que los esfuerzos a largo plazo pueden cruzar fronteras y devolverle a una especie la posibilidad de un futuro.
El biólogo destacó que la amenaza a esta especie es grande y que hay comunidades que viven alrededor de los ríos que se comen los huevos. En 36 años de trabajo, precisó, han liberado a 12 mil caimanes en su medio natural.
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