La Celac, presidida por Colombia, convocó una reunión de urgencia ante el despliegue militar de EE. UU. cerca de Venezuela. En la reunión, la representación colombiana criticó la operación, al subrayar que el crimen transnacional se le combate con cooperación, no con “invasiones extranjeras”. Mientras, desde Caracas, Maduro calificó el operativo de “amenaza extrema” y anunció “máxima preparación”.
Caracas. El Mar Caribe amaneció este lunes, 1° de septiembre, como escenario de una tensión que recuerda a las viejas postales de la Guerra Fría. Buques de guerra estadounidenses, un crucero lanzamisiles y hasta un submarino de propulsión nuclear navegan frente a las costas de Venezuela, bajo el argumento de una operación antidrogas para la que Washington asegura contar con el respaldo continental.
La respuesta regional tardó casi dos semanas en concretarse y hacerse pública. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), bajo la presidencia pro tempore de Colombia, convocó de urgencia a los cancilleres de sus 33 países miembros, de los cuales asistieron 23, para discutir las implicaciones de este despliegue.
Sobre la mesa, una preocupación común: hasta qué punto la militarización del Caribe pone en riesgo la estabilidad de la región proclamada, hace apenas una década, como “zona de paz”.
El canciller venezolano, Yván Gil, habló de ocho embarcaciones, más de 1200 misiles y miles de tropas en aguas cercanas.
“Vivimos una situación inédita desde la crisis de los misiles”, advirtió, tras acusar a Estados Unidos (EE. UU.) de violar la declaración de Zona de Paz de 2014 y el Tratado de Tlatelolco, que prohíbe armas nucleares en la región.
La llamada “crisis de los misiles” de 1962 fue el punto más álgido de la Guerra Fría, cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Urss) intentó instalar misiles nucleares en Cuba, a menos de 200 kilómetros de Florida, EE. UU.; aquello implicaba un riesgo real de guerra nuclear global.
Fundada en 2011 en Caracas y promovida por el entonces presidente Hugo Chávez, La Celac reúne 33 países de la región. Desde su creación, la institución busca coordinar políticas comunes, además de fortalecer la diplomacia y la integración regional.

Respaldo en duda
Desde Colombia, la canciller Rosa Villavicencio insistió en otro punto: América Latina debe enfrentar el crimen transnacional con cooperación institucional, no con amenazas bélicas.
“Ningún gobierno latinoamericano que se respete debe solicitar ni celebrar una invasión extranjera. Los problemas de los latinoamericanos y caribeños los resolvemos entre nosotros, y cualquier acción armada sin autorización de los Estados involucrados sería una agresión contra nuestra América”
subrayó.
Mientras tanto, la Casa Blanca ha insistido en defender la operación. El despliegue incluye destructores, un crucero lanzamisiles y un submarino de ataque rápido de propulsión nuclear, que no es en sí mismo un arma nuclear: su reactor le da autonomía y velocidad, pero solo portaría armas nucleares si se le instalan misiles o torpedos nucleares.
Washington asegura contar con respaldo de varios gobiernos latinoamericanos y ha elevado a 50.000.000 de dólares la recompensa por Nicolás Maduro, acusado de liderar el “Cártel de los Soles”, una supuesta red de narcotráfico que Caracas niega.
En la sesión, Gil rechazó lo que calificó de narrativa “falsa y grosera”. Citó datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y del propio Departamento de Estado de EE. UU. para afirmar que la mayor parte del tráfico de cocaína se mueve por el Pacífico, no por Venezuela.
Previo a la reunión extraordinaria el expresidente colombiano Ernesto Samper, había celebrado la convocatoria y urgido a recordar que, desde Tlatelolco, América Latina fue proclamada zona libre de armas nucleares.
“Lo que vemos hoy es otro acto de matonería inamistosa de Trump contra nuestra región”, escribió en X.
El Tratado de Tlatelolco, firmado en 1967, y al que hizo referencia Samper, prohíbe la presencia de armas nucleares en la región; el despliegue de buques con propulsión nuclear no lo incumple mientras no porten armas nucleares.

La “más grande amenaza en un siglo”
En Caracas, con el telón de fondo de buques estadounidenses en el Caribe, Nicolás Maduro volvió a cargar contra Washington.
“Venezuela está enfrentando la más grande amenaza que se haya visto en nuestro continente en los últimos cien años. Ocho barcos militares con 1200 misiles y un submarino nuclear apuntan hacia nuestro país. Es una amenaza extravagante, injustificable, inmoral y absolutamente criminal”, afirmó en rueda de prensa con medios nacionales e internacionales.
El presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) sostuvo que, ante lo que considera una escalada “imperial”, su gobierno ha decretado “máxima preparación” para la defensa.
“El imperio no ha podido ni podrá nunca jamás con la historia sagrada de Venezuela”, dijo con tono desafiante.
Según él, las presiones militares forman parte de una estrategia de “guerra cognitiva” diseñada por corporaciones mediáticas para justificar la hostilidad contra Caracas.
Maduro no dudó en elevar el pulso personal con Donald Trump. “El presidente Trump debe cuidarse porque Marco Rubio quiere llevarlo a una guerra contra Suramérica y manchar el apellido Trump de sangre”, lanzó.
A su juicio, la “mafia de Miami” ha tomado el control de la Casa Blanca y del Departamento de Estado, al imponer una línea “extremista y supremacista” en la política exterior hacia América Latina.

“Amenazar a Venezuela es amenazar al continente entero”
Maduro insistió en que lo que está en juego no es solo la soberanía de Venezuela, sino la estabilidad regional. “Amenazar a Venezuela es amenazar al continente entero”, afirmó, al recordar que América Latina fue declarada zona de paz en 2014 y que el Tratado de Tlatelolco prohíbe la presencia de armas nucleares en la región.
“Los nazis y supremacistas de esta época han pateado el sistema multilateral de la ONU”, denunció.
El gobernante vinculó la ofensiva militar con la recompensa que EE. UU. ofrece por su captura, bajo acusaciones de narcotráfico. En su relato, esas imputaciones forman parte de una narrativa destinada a justificar un “cambio de régimen” en Venezuela.
“La historia nos ha enseñado que ninguna amenaza externa podrá con nuestra independencia”, repitió, apelando a la gesta bolivariana.
Frente a la presión, el chavismo apuesta a mostrar cohesión. Maduro cerró la improvisada comparecencia, convocada con dos horas de antelación, con un mensaje de resistencia.
“Ante la máxima presión militar hemos declarado la máxima preparación para la defensa integral del país. Ni invasión, ni bloqueo, ni conspiración lograrán arrodillar a Venezuela”.
Aunque sin un consenso unánime, la Celac trata de imponer su tesis de que el pulso no se resuelve en el mar, sino en la diplomacia. La instancia latinoamericana, integrada por 33 países y sin la participación de EE. UU. ni Canadá, busca ahora una postura común.
Pero entre los discursos de soberanía, las advertencias de guerra fría y los ecos del narcotráfico, el Caribe vuelve a ser escenario de un choque que la región creía desterrado.
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