Dina Castillo hizo historia al convertirse en la primera alcaldesa de Valencia, en el estado Carabobo, un reflejo del avance femenino en el chavismo. Hasta hace poco más de una década, la mujer era una rareza en el poder carabobeño; hoy la duda es si estos liderazgos son conquistas reales o concesiones dentro de una estructura aún dominada por hombres.
Valencia. La capital del estado Carabobo acaba de romper una barrera histórica. La tarde del 2 de agosto, en el Teatro Municipal de Valencia, el bullicio de los seguidores chavistas con franelas rojas y pancartas se mezclaba con la música y consignas de victoria. Entre empujones y abrazos, Dina Andreina Castillo, la candidata del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), levantó el brazo en señal de triunfo.
Con 77.591 votos, equivalentes a 88,64 % de los votos, Castillo no solo ganó la alcaldía: se convirtió en la primera mujer en gobernar la capital del estado Carabobo. Su triunfo no llegó en solitario.
De los 14 municipios del estado, cinco están hoy bajo el mando de alcaldesas chavistas —Naguanagua, Diego Ibarra, Los Guayos, Valencia y Juan José Mora— un hecho inédito que revela la apuesta del Psuv por mostrar avances en igualdad de género. Entre ellas destacan dos estrenos absolutos: Valencia y Juan José Mora, municipios que nunca antes habían tenido una mujer al frente del gobierno local.
Crónica Uno conversó en dos ocasiones con Dina Castillo; la primera, a pocos días de las elecciones municipales del 27 de julio. Entonces afirmó que la revolución ha brindado grandes oportunidades a las mujeres y reconoció como punto de partida a Hugo Chávez.
“Gracias a él podemos mostrar nuestras capacidades, no solo en la casa, sino en diferentes estructuras. Tengo 20 años militando en la política”,
dijo Castillo en la entrevista más reciente.

Dina, la “dinamita”
Desde la llegada de Rafael Lacava al poder, Castillo ha presidido cinco instituciones en la región. A su juicio, el liderazgo femenino es más organizado, con mayor capacidad de consenso y con una empatía que permite ponerse en el lugar del otro.
En el segundo encuentro, durante su proclamación como alcaldesa, aseguró a Crónica Uno que nunca ha sido víctima de discriminación dentro del Psuv. Reconoció que en el pasado existió una lucha de género en el país, pero sostuvo que aquello pertenece al pasado.
En cambio, agradece su ascenso político a tres figuras masculinas: Chávez, Maduro y Lacava. “Ahora representamos, tenemos voz y tenemos voto”.
En la conversación hizo énfasis en que en el Ejecutivo existe una amplia mayoría de mujeres, observación con la que busca destacar el avance femenino en espacios de poder.

¿Igualdad real o concesión política?
Este planteamiento de Castillo conecta con lo expresado por el periodista y magíster en ciencia política Alejandro Armas en una columna de 2021 titulada “Feminismo de Cartón Rojo”.
En el texto alegó que “esos puestos encabezan instituciones sin autonomía alguna”, y que en realidad las decisiones políticas se toman en privado por la élite gobernante, integrada mayoritariamente por hombres.
“Luego las transmite a las instituciones públicas para darles un barniz de legitimidad. Si sus titulares se oponen, los defenestran, por las buenas o por las malas”, argumentó el articulista.
Esto recuerda lo señalado por el predecesor de Dina Castillo, Julio Fuenmayor, en entrevista con Crónica Uno: “Hay que entender que uno se debe a la gente, pero también al partido y hay que buscar que coincidan ambos intereses”.

Tanto Castillo como Elizabeth Niño, alcaldesa de Naguanagua, han enfocado sus políticas en el programa de las 7 Transformaciones y en la consolidación del Estado Comunal, lineamientos provenientes de Caracas.
Esto ha dejado en entredicho qué propuestas propias pueden aportar, a diferencia de Lacava con su campaña de Drácula, Fuenmayor con el Plan Búho o incluso la primera dama Nancy de Lacava con Carabobo Sostenible.
De allí que Armas afirmara que, desde el chavismo, el ascenso femenino no se percibe como producto de los méritos de las mujeres, sino como una concesión otorgada por la revolución.

Feminismo, según el chavismo
La retórica feminista irrumpió en el chavismo hacia 2006, cuando el expresidente Hugo Chávez incorporó el discurso de género en su narrativa política. “Yo soy de los que creen que ustedes las mujeres son superiores a los hombres, soy feminista y creo que todo revolucionario debe serlo”, propuso.
Desde entonces impulsó una cruzada que en la última década se ha traducido en la llegada de más mujeres al poder.
No obstante, según Armas, esta narrativa también reforzó estereotipos al enmarcar a la mujer como madre, buena, amorosa y bella. “No son malos calificativos en sí mismos, pero tampoco tienen mucho que ver con la igualdad política o profesional, entre sexos o géneros. En el peor de los casos se dirigen a la mujer con un tono paternalista o degradante”, agregó Armas.

La diputada suplente electa por Carabobo, Kelina Medrano, rechazó por completo esa visión. Musulmana conversa y miembro del partido Tupamaro, se enorgullece de esas características al considerar que el rol principal de la mujer es ser madre.
“Es el rol establecido por Dios. Protegemos, resguardamos, amamos a un ser que no necesariamente es nuestro hijo. Somos servidoras y hacemos que otros crezcan, esa es la mujer revolucionaria”,
recalcó.
Aun así, dentro del chavismo dos episodios generaron polémica. En 2020, Maduro afirmó: “La mujer, sabemos, tiene grandes tareas en la vida: la tarea de parir, de gestar, de parir”. Y en 2022 insistió: “¡A parir pues, a parir! Todas las mujeres, a tener seis hijos, ¡todas! Que crezca la patria”.
Para muchos, esto hace complejo hablar de feminismo en el chavismo, pese a que figuras como la diputada María León han insistido en que el principal legado de Chávez fue la creación del “socialismo feminista”.
Entre sororidad y propaganda
Un ejemplo de esa visión lo dio la exministra de la Mujer Asia Villegas, al afirmar que las primeras mujeres en gobernar en Venezuela lo hicieron bajo la revolución.
De esta forma, desconoció a figuras previas como Irene Sáez en la alcaldía de Chacao; Ixora Rojas en la presidencia de la antigua Cámara Baja; Lolita Aniyar de Castro como primera gobernadora del estado Zulia; Sonnia Sgambatti como senadora y magistrada del Tribunal Supremo de Justicia; o Argelia Laya, presidenta del partido Movimiento al Socialismo (MAS) y candidata a la gobernación de Miranda en los años 80.
Por ello Medrano no se define como feminista, sino simplemente como mujer. Afirma que hoy es más fácil llegar al poder gracias a la formación y al apoyo del gobierno. “Hay una paridad. En las postulaciones de este 2025 pasaron en 70% en nombre de mujer postulando mujeres y hombres postulando mujeres”.
¿Por qué entonces el feminismo no logra afianzarse en Venezuela pese a la presencia femenina en el poder? Para Armas, la respuesta es clara: “Los movimientos sociales como el feminismo florecen sobre todo en sociedades más o menos económicamente avanzadas y prósperas, donde el grueso de la población tiene sus necesidades básicas cubiertas y puede invertir tiempo y esfuerzo en esos temas”.

Limitadas a la maternidad
En este sentido, la diputada Medrano aclara que no es lo mismo ser “hembrista”, feminista o mujer en un cargo de gobierno. “La mujer gobierna para todos, no solo para las mujeres”. Considera que el feminismo debe tratarse con cautela.
“No podemos volvernos en la versión femenina del machismo. El feminismo no se trata de irnos con una pancarta a discusiones a debatir temas contra el aborto o el trabajo. El feminismo es ser sororas, es reconocer nuestros derechos”.
La socióloga Anaís López Caldera, en declaraciones a la revista Nueva Sociedad, sostuvo que las políticas de género en Venezuela se han limitado a programas sociales para atender la pobreza dirigidos a mujeres madres.
Si bien reconoce que esto responde a una deuda histórica, advierte que no basta con declararse feminista sin que ello se traduzca en mejoras materiales en la vida de las mujeres. Subrayó, por ejemplo, la urgencia de atender los embarazos adolescentes.

Paridad en papeles, desigualdad en el poder
Aunque hay más mujeres en cargos de poder, la equidad está aún distante, especialmente en las gobernaciones. En el período recién concluido solo hubo dos gobernadoras (Aragua y Delta Amacuro). Actualmente son seis: Aragua, Delta Amacuro, Nueva Esparta, Sucre y Bolívar.
Medrano recuerda que, al menos en el Psuv, las bases no pueden entenderse sin la participación femenina.
“En Venezuela la mujer es la que lleva la batuta en lo que es jefas de calle, jefas del Clap, consejos comunales”.
Un informe de la ONG Cepaz publicado en 2024 confirmó que estos espacios son dominados por mujeres en las estructuras de todos los estados del país.

Sin embargo, Medrano cuestionó la idea de gobiernos 100 % femeninos. “Somos un complemento, también necesitamos del hombre”. Su postura se distancia de corrientes feministas que defienden la necesidad de espacios exclusivamente liderados por mujeres para garantizar autonomía y romper con la cultura política patriarcal.
Medrano reiteró que la fortaleza está en la complementariedad y no en la “sustitución”, como lo planteó.
Sororidad partidista
Al consultarle por una mujer que represente los valores del feminismo dentro del chavismo, respondió sin dudar: Delcy Rodríguez. Pero al preguntarle fuera del oficialismo titubeó: “Me la pusiste difícil, pero podría decir que Delsa Solorzano, ella solo tendría que reconducir su liderazgo para que sea más sano y despegue”.
Este contraste revela dos claves: dentro del chavismo existe una narrativa clara y cohesionada para identificar referentes femeninos, mientras que en la oposición los liderazgos femeninos parecen más dispersos y con menos consenso.
El silencio inicial de Medrano al responder también refleja esa dificultad: dentro del oficialismo el discurso sobre las mujeres está institucionalizado, fuera de él la valoración depende de percepciones más personales y, en ocasiones, de afinidades ideológicas.
Más allá del debate ideológico, para mujeres de ambos lados del espectro político, en una Venezuela marcada por la crisis y la desconfianza institucional, el hecho de que una mujer llegue por primera vez a la alcaldía de Valencia trasciende los números de la elección.
Representa tanto un logro simbólico como un terreno de disputa: entre quienes ven en estas designaciones una oportunidad genuina para ampliar espacios de igualdad, y quienes las interpretan como concesiones calculadas dentro de una estructura política que sigue siendo dominada por hombres.
