Esther Tovar, quien vive en Petare, comenzó como rematadora y ya tiene más de 30 años de experiencia. Mientras que Gloria Portillo, se unió al mundo de la costura tras quedar desempleada, y creó su propio emprendimiento familiar desde Boquerón.

Caracas. En Petare, específicamente en el barrio Carpintero, se encuentra el taller de Esther Tovar, una costurera con más de 40 años de experiencia en el mundo textil. Comenzó su viaje por la confección a los 17 años de edad, cuando se convirtió en madre, luego de encontrar un empleo como “rematadora” en una compañía.

La necesidad de encontrar un empleo que la ayudara a mantener a su hija la llevó a encontrar un oficio que aún ejerce y que le pudo transmitir a sus hijos en forma de conocimiento.

Foto: Crónica Uno

El comienzo

La rematadora es la persona que se encarga de cortar los hilos que sobran, es decir, limpian las prendas. Así Esther aprendió sobre el amplío mundo textil gracias a su jefe.

“El dueño de la compañía me preguntó si quería aprender a coser y yo dije que sí. Allí aprendí a manejar todo tipo de maquinas”, cuenta.

Después de trabajar por varios años en talleres decidió cambiar el rumbo de su oficio, a uno que no solo le permitiera ganar un ingreso, sino también crear su propia marca y estilo.

“Poco a poco fui comprando mis propias máquinas y empecé a trabajar desde casa”,

cuenta la mujer, de 54 años de edad.

Esther tiene su propio taller en la parte baja de su casa desde hace 25 años. Allí cuenta con más de cinco máquinas de diversos estilos de costura y un sin fin de telas e hilos. Todo producto de su trabajo.

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Un taller con versatilidad

Con el tiempo Esther se convirtió en una experta en diversas técnicas de costura. En su taller crea desde un traje de baño hasta un vestido de novia. Esa versatilidad le permite adaptarse a las nuevas demandas del mercado, crea desde ropa infantil hasta prendas para adultos.

“Lo que no tengo me lo invento”.

Los años de experiencia le enseñaron que para sobrevivir en el mundo de la confección, es esencial diversificarse.

“No me quedé en una sola rama. Aprendí a manejar todas las máquinas y eso me ha permitido ofrecer un servicio más completo”, afirma.

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La pandemia y el cambio

Sin embargo, la vida no siempre ha sido fácil. La pandemia de COVID-19 trajo consigo retos inesperados.

“Antes de la pandemia, tenía seis personas trabajando conmigo”, recuerda. “Pero luego, con la crisis, tuve que quedarme solo con mi hija y una señora”.

A pesar de las dificultades, Esther se mantuvo firme. “Gracias a Dios, hemos encontrado la manera de seguir trabajando. Aquí hacemos lo que podemos”.

La pandemia también le dio la oportunidad de explorar nuevos nichos de mercado, como la ropa infantil. “Empecé a hacer ropa para niños y niñas y me fue muy bien. Publicaba por Marketplace y así comencé a crecer”.

Su capacidad para adaptarse y aprender rápidamente es lo que la ha mantenido en pie, a pesar de los obstáculos.

Fotógrafo

La historia de Gloria

En Boquerón, otro barrio de Caracas, vive y trabaja Gloria Portillo, quien comparte su experiencia en la confección.

“Tengo siete años en el mundo de la costura. Había quedado desempleada y llegué a trabajar en un taller de costura que fabricaban trajes de baño para rematar las prendas, donde trabajaba mi mamá como costurera”,

detalla..

Para Gloria, el taller del señor Javier fue la puerta de entrada a un nuevo mundo. “El me dio la oportunidad de trazar y cortar. Fue como comencé a tomar cariño y curiosidad por el oficio. Hice varios cursos de patronaje”.

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Su propia marca

Con el tiempo Gloria y su familia crearon Glorimar’s Shop, un emprendimiento que comenzó con trajes de baño. “Mi mamá en la costura, mi hija Bárbara en la administración y yo diseño y corto”.

La pandemia de COVID-19 también obligó a la familia de Gloria a reinventarse y ahora también hacen pijamas, ropa para niños y niñas, damas, caballeros y uno que otro arreglo a sus vecinos.

Actualmente Gloria se siente satisfecha con el rumbo que tomó su vida hace siete años. “La confección es crear y elaborar, plasmar todo lo que mis clientes encargan o compran. Dar 100 % para que cada pieza quede bien hecha y al gusto de cada uno de ellos”.

Para Gloria, descubrir su pasión es transformador. «Me llena de mucha satisfacción cada pieza creada, aún más cuando veo el agrado de cada cliente al ver el resultado. Esto rentable y es el sustento de mi hogar».

El futuro

A pesar de las adversidades, Esther mira hacia adelante con optimismo. “Estamos explorando el DTF, que es una técnica de estampado muy popular”. Junto con su hija comenzó a experimentar esta nueva técnica, en busca de aumentar los ingresos.

“La idea es comprar nuestra propia máquina de DTF para poder hacer estampados bellísimos”, agrega, mientras muestra un suéter que ella misma confeccionó y que también estampó con una máquina prestada.

Fotógrafo

A pesar de que hay muchas personas que estudian la costura, Esther lo aprendió de forma empírica ya que nunca tuvo acceso a formación académica. Usó su lógica para aprender sobre lo que no sabía, como sacar patrones de diversas prendas.

“No tengo cursos formales, pero he aprendido de la vida, haciendo mis patrones y observando”,

detalla.

A medida que comparte su conocimiento con su hija, Esther siente que cumple una misión. “Me siento orgullosa de haber transmitido este oficio a mis tres hijos”.

“Todos han aprendido a coser de una manera excepcional. Mis dos hijos, aunque ahora tienen su propio camino, siempre vuelven a ayudarme cuando los necesito”.

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