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Maestros rurales de Apure caminan horas para dar clases porque el sueldo no alcanza ni para el pasaje

Maestros apure

La mitad de los educadores apureños trabaja campo adentro en zonas lejanas y de difícil acceso. Lo que ganan es irrisorio y deben rebuscarse con otros oficios. 

San Fernando. Los educadores rurales –que son la mitad del total de docentes de Apure– dan clases una o dos veces a la semana, o cuando pueden. Piden cola y caminan horas para ir a sus escuelas. Y esto ocurre desde hace años.

Aunque trabajan campo adentro, la mayoría vive en pueblos distantes de sus escuelas hasta 100 kilómetros. Su sueldo no alcanza para necesidades básicas menos para pasajes.

Con la migración, en febrero de este año, de los 4422 maestros estadales al Ministerio de Educación, el salario se redujo hasta en 200 bolívares para docentes de mayor escala.

Según la dirigencia magisterial, significó la pérdida de más de 60 beneficios. Mientras, el gobernador apureño Eduardo Piñate, que materializó el cambio, defiende que los migrados reciben un bono de 30 dólares.

Y en la frontera es peor. La moneda de uso local es el peso colombiano. Convertir un bolívar varía entre 0,14 y 0,16 pesos, lo cual es desfavorable para quien vive del lado venezolano.

Elba Judith Garzón, docente seis de la escuela Simón Rodríguez, en proceso de jubilación, cobraba 486 bolívares. El instructivo Onapre, que suprimió sus primas, la bajó a 374 y con el traspaso al Ministerio de Educación quedó en 360 bolívares. La conversión le hace perder 4 dólares de su salario. 360 bolívares son 14 dólares en Venezuela; pero son 54.000 pesos, que son 10 dólares en Colombia.

Terraplén camino a la escuela Santa Inés, a 30 km en moto desde El Nula. Foto maestra Elba Garzón.

¿Qué puedo comprar yo con eso para mantenerme quince días? Un litro de gasolina cuesta 4000 pesos y si no tengo gasolina para la moto no me puedo trasladar”, se lamenta.

Ni para el pasaje

Una maestra nivel cuatro, con 17 años de servicio, confiesa que va a su escuela cuando reúne dinero para el pasaje o le dan la cola. Ella vive en San Fernando, la capital de Apure, y trabaja vía Achaguas, en otro municipio,

“La realidad que estamos viviendo los maestros rurales es que el sueldo no nos alcanza, yo gano 7 dólares mensuales y trabajo a 60 kilómetros, tomo dos autobuses, gasto 5 dólares diarios en pasaje”, narra.

“Cobraba 305 bolívares, ahora 234, desde que nos pasaron al Ministerio de Educación”, añade.

Un docente de Elorza, cuyo nombre queda en reserva, dice que ya no dan colas en canoa por la escasez de gasolina y aceite. Esta localidad, capital del municipio Rómulo Gallegos, está en la frontera con Arauca, Colombia. Él trabajó en El Jobal y Puerto Infante, a cuatro horas por el río Arauca.

El maestro tiene que ingeniárselas, ir a la escuela un día a la semana, una semana al mes”, asegura. “Me vine en 2010 porque a todos nos mandaron a desalojar la zona”, refiriéndose a la guerrilla en El Jobal, donde la escuela tiene siete años cerrada por falta de docentes.

Los maestros lidiaban con el transporte para llegar a El Jobal. “Sólo duraban una o dos semanas en la escuela hasta que cerró en 2017”, corrobora la lugareña Nely Díaz.

“La escuela está abandonada, más de 40 niños, hasta de 8 años, no saben ni firmar. Mi hermana y los consejos comunales informaron eso a las autoridades”, asegura Díaz.

Largas caminatas

Viajar de Elorza a Puerto Infante, La Rompía, Leche Miel, Mata Azul, Las Camasas, El Jobal, cuesta 50.000 pesos colombianos. Un docente nivel seis gana 54.000 pesos, esto son 360 bolívares.

“La realidad de nosotros aquí es muy dura”, agrega Yurvin Guerrero, maestra de la escuela Juan José Rondón Delgadillo de Puerto Infante. Ella vive en la zona, pero lejos del plantel.

maestros Apure
La escuela de Puerto Infante carece de agua, pupitres, alimentación. Foto maestra Yurvin Guerrero.

“A las 6:00 de la mañana parto a mi escuelita y llego a las 7:15, le pido agua al vecino, lleno el tanque, limpio, lavo los baños y rastrillo el patio con los niños porque no hay bedel”, relata. “En la época de invierno es fuerte porque caminamos hacia la escuela con el agua a la cintura, con mi niña mayor y mi bebé de dos años”.

En invierno la maestra de Puerto Infante recorre este terraplén con el agua a la cintura. Foto maestra Yurvin Guerrero.

Algunos le cuestionan a la maestra de Puerto Infante su baja matrícula porque muchos niños van a la escuela de Puerto Colombia, en el país vecino.

El Estado colombiano les brinda desayuno, almuerzo balanceado, merienda y transporte. No puedo exigirles a los representantes que no los envíen para allá”, se defiende.

“Aquí la escuela está en total precariedad, no tenemos PAE, si llega, es sólo harina, ni pollo ni carne. La única vez que se ha pintado fue hace cuatro años porque hicimos un sorteo”, describe.

Su quincena equivale a 32.000 pesos y paga 300.000 para que la ayuden en su casa mientras da clases. Falta los viernes para vender chimó, queso, refresco, cocinar en otras casas.

Con el trabajo extra completa los gastos de su hogar, apoya a los niños con lápices o cuadernos y compra material didáctico y de limpieza para la escuela.

La precariedad también afecta a los estudiantes. Guerrero relata una visita a un niño de 9 años: “Comprendí que era rebelde y faltaba a clases porque se quedó solo con su abuela anciana, su mamá tuvo que emigrar y tiene que pescar para comer”.

“Hay niños que ni siquiera saben qué es un perro caliente, por eso, cuando consigo prestado un teléfono inteligente los pongo a viajar por el mundo aunque sea un ratico para mostrarles las cosas buenas de la vida”, continúa.

“¿Cómo el Estado pretende que salgamos adelante con esto y encima nos exige y amenaza? Sí queremos trabajar, pero es injusto tener que mendigar y regalar nuestro trabajo”, recrimina.

Condiciones precarias

En el mismo Elorza los estudiantes y maestros caminan hasta una hora para llegar a sus planteles porque la única buseta del pueblo no sirve, indica el maestro elorzano.

“A veces no hay agua en las escuelas, había una cisterna de la gobernación y se la llevaron porque la alcaldía no es del partido del gobierno nacional”, dice.

La escuela El Jobal, a cuatro horas de Elorza por el río Arauca, está abandonada. Foto maestro de Elorza.

Los maestros de El Charal, La Calceta y Buenos Aires, parroquia La Trinidad de Orichuna, a más de 30 kilómetros de Elorza, también faltan por gasolina para sus motos. Conseguir el combustible por la vía regular es un viacrucis y, por la irregular, muy costoso, añade la maestra Merly Caridad.

Igual los maestros indígenas de Yopito, El Caribe, Lorenzo y San José, quienes residen en sus comunidades, pero caminan hacia los pueblos para rebuscarse con sus artesanías.

“Los fines de semana aquí todos vendemos dulces, hallacas, antipasto y arroz chino para sobrevivir”, testifica Caridad.

 Acuerdos

En El Nula, municipio Páez, frontera con Saravena, Colombia, el maestro que asiste al plantel suple al que falta y acuerdan con directivos y representantes disponer, al menos de un día a la semana, para rebuscarse con otro oficio.

Para llegar a la escuela de Caño Amarillo, los maestros deben recorrer más de 20 kilómetros desde El Nula. Foto maestra Elba Garzón.

Desde mucho antes de la pandemia, la mayoría de los 200 maestros rurales que trabajan en Valle Verde, Río Chiquito, los Bancos, Cutufí, La Ramona y Ciudad Sucre, no van diariamente a sus escuelas, revela la maestra Elba Judith Garzón.

Antes, permanecían toda la semana en estos vecindarios y retornaban a sus casas los fines de semana, pero ya ni ellos ni la comunidad pueden mantener esta modalidad.

Los mismos maestros del pueblo que viven cerca de sus escuelas desde hace cuatro años trabajan de lunes a jueves. “El viernes no se labora para limpiar en una casa, lavarle la ropa al vecino, hacer tortas o vender empanadas”, comenta Garzón.

La “guerra económica”

La ministra de Educación, Yelitze Santaella, en reciente visita al estado Apure, descalificó las manifestaciones de los docentes que, dijo, siguen agendas imperialistas.

“Tenemos en estos momentos dificultad, no la estamos negando, nos golpeó tanto la guerra económica el salario que perdimos el 80 % del aumento que nos dio el presidente en marzo. ¿Ahora qué hacemos? Tener confianza que el presidente va a resolver este tema”, aseguró.


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