Zonas del estado cuentan hasta tres meses sin suministro de gas por las tuberías y algunos han tenido que recurrir a la leña o a las cocinitas eléctricas para preparar los alimentos.
Valencia. Mariana Duque pasó al menos un minuto con el encendedor de la cocina en mano a ver si salía la llama para hacerse un café, pero jamás pasó. “Se acabó el gas”, dijo llevándose las manos a la cabeza.
De eso han pasado ya dos meses y, hasta el pasado miércoles 18 de diciembre, aún esta ama de casa no tenía la certeza de cuándo le llegará el servicio de gas. Pero de lo que sí está segura es que este año no habrá hallacas, al menos no hechas por ella.
Mariana tenía tres años sin hacer hallacas, y 2024 era el año para sacar las ollas, las hojas y hacer el guiso. Su hijo siempre le ha dicho que las mejores hallacas son las suyas, y su marido también, pero ni que llegase el gas en los próximos días se metería en esa faena.
“Hay gente que tiene la tradición de hacer hallacas el 24. Eso es una locura, uno termina agotado y ni ganas te quedan de hacer algo más”, dijo.

¿Por la explosión?
Sobre la cocina a gas de Mariana hay una cocinita eléctrica de una sola hornilla que ella limpia todo el tiempo para que le dure más.
“Estos aparatos tienen vida corta y son un suplicio para cocinar. Todo se tarda demasiado, imagínate preparar las hallacas. Ni muerta”, contó.
Mariana vive en la zona norte de Valencia, y aunque llegaron informaciones de que por la explosión en Monagas era que se había suspendido el servicio, ella cree que es mentira.
“¿Y los dos meses anteriores, qué? Ya nos estaban dejando sin gas. Claro, era menos tiempo, cuando mucho una semana, pero esto es un problema que se prolongó o una forma de castigarnos. Porque si no es la luz, es el gas”, dice.
A su edificio le surte la empresa privada Pentagas. El condominio paga poco más de 200 dólares para un servicio que alcanza para 21 días y que no se lo llenan al 100 %. “Solo cargan 80 %”.
La dinastía de las hallacas
Jackeline Ponce no puede darse el lujo de tirar la toalla con las hallacas porque está en plena temporada de ventas.
Su negocio tiene 66 años y es parte de lo que ella llama la dinastía Ponce, porque son varias generaciones dedicadas en cuerpo y alma a esa labor que ya se extiende hasta su nieta, quien atiende desde una silla.
El local es la casa en la que viven, ubicada en el sector Palotal, a unas cuatro calles del Mercado de los Goajiros.

Tiene cerca de dos semanas sin servicio de gas y, en vista de que no hay señales de distribución, está comprando leña. Solo así puede lograr el récord diario de ventas de entre 2000 y 3000 hallacas.
Aunque suena a un número elevado, contando la condición económica del venezolano promedio, estos números se consiguen porque vende cada hallaca en un dólar.
“Uno tiene que bajar el precio porque aquí se acostumbraron a que todo cuesta un dólar, pero no se quejan porque son muchos años con la misma sazón. Entonces le quito un poquito al relleno y así obtengo algo de ganancia, pero es la cantidad lo que aporta la sustentabilidad de mi familia”, explica Ponce.
El mar de gente que transita por la calle que llega al mercado es el canal de flujo para que las cuatro mesas de su local estén llenas. Además, tiene un mesón metálico con una runa de hallacas listas para vender.

Con la falta de gas tiene algunos problemas vinculados con la leña, y es que debe pararse una hora antes para preparar cada plato que le pidan, mientras en los dos cuartos que sirven de cocina hacen los demás procesos.
“Me paro a las 3:00 a.m. Con gas sería a las 4:00 a.m. La gente sabe que estoy cocinando porque ven el humo en el techo de mi casa. No queremos molestar a nadie, así que lo hacemos en la tercera planta”, dijo´.

Llegó pero ¿a qué costo?
María Gabriela Pérez también le dijo no a las hallacas, puesto que tiene tres meses sin servicio. A diferencia de Duque, a ella le surte la estatal GasDrácula.
Madre de tres niños, el panorama se le ha ensombrecido porque no puede hacer sus labores. Las hallacas que tanta ilusión le hacían se esfumaron.
“Me da mucha rabia porque este gobierno te rompe los planes. Las hallacas son para Navidad, no tiene chiste comérselas en enero ya llegando a febrero. Me tocará comprarle a alguien y, para eso, soy delicada por el tema de la sazón. Nada como las hallacas de uno”.
Sin embargo, hace una semana llegó el camión, y está replanteándose la idea de hacer las hallacas. “Ahora el problema no es el gas, es que no tengo tanto dinero. Hacer hallacas es una inversión”.
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