El chavismo disidente, del empobrecido municipio carabobeño, explica por qué dejó de creer en el “socialismo” venezolano. El desencanto popular se impone a las amenazas.
Carabobo. Zenaida Contreras* está sentada en el porche de su casa la tarde del 30 de noviembre. La estructura de paredes rojas está rodeada por grama seca de donde sobresalen algunas garzas de cerámica, descoloridas por el sol. Al interior se ve una mesita de hierro y una silla de mimbre en una estancia sin muebles y decorada únicamente por un par de fotos viejas, recuerdos familiares que atesora colgados en las paredes.
En algún momento Zenaida fue una ferviente chavista, ahora solo es la jefa de uno de los consejos comunales del municipio Carlos Arvelo y trabaja en la biblioteca comunitaria de Tacarigua, una de las tres parroquias que lo integran.
El desvío de recursos aprobados para la construcción de un llenadero de gas en Tinajas, el sector que habita, la terminó de desencantar del chavismo.
“Ese proyecto lo hizo mi gente. Los chavistas que estábamos ahí nos sentimos engañados y muy decepcionados”, recuerda.
Esa desilusión ha calado en este municipio del estado Carabobo que respaldó fielmente al chavismo en las presidenciales durante la última década.
En 2012, el entonces presidente Hugo Chávez fue reelecto con 52.348 votos, en el marco de un proceso electoral que convocó a 76,8 % del electorado.
En 2013, tras el fallecimiento de Chávez, Nicolás Maduro ganó con 50.312 y una participación de 75.95 % del padrón electoral.
Cinco años después, en 2018, el capital de Maduro se redujo poco, con 46.506 votos, pese a la emergencia humanitaria compleja que sufría el país.
Pero la incondicionalidad parece haberse agotado. Zenaida ha constatado que desde el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) hay miedo a cambios radicales, el éxito de María Corina Machado en las primarias, que convocó la oposición para elegir su candidato presidencial para 2024, activó las alarmas y afianzó la idea de una fuga de militantes y simpatizantes.
En esta consulta, se movilizaron 8370 personas que representan 8,28 % del padrón electoral que habilitó la Comisión Nacional de Primaria. Para poner en perspectiva la cifra, es preciso destacar que equivale a 60 % de los votos obtenidos por la oposición en las elecciones regionales y municipales de 2021, cuando Enzo Scarano obtuvo el respaldo de 13.980 electores frente a los 26.834 del actual gobernador Rafael Lacava.
Zenaida se ríe porque ahora que es una voz crítica los apodos de camarada se esfumaron y aparecieron los de “guarimbera” junto a las amenazas. “Hasta me han aislado de reuniones políticas y me han amenazado con quitarme la bolsa de comida”, dice.
Las amenazas poco calan ante el profundo deterioro de la calidad de vida. “Una bolsa Clap dura una semana. Si te quitan el bono no pierdes mucho y por eso la gente ya no se cae a cuentos”, afirma la chavista disidente.
Su trabajo diario apenas le alcanza para comprar algunos alimentos. “¿Cuándo en mi vida yo había tenido solo un par de zapatos? ¡Nunca!”, lamenta.
Zenaida se para de la silla, camina hasta la puerta que da la entrada a su casa y señala todo a su alrededor. “Mira, esto es un abandono, el transporte público no funciona, el gas no llega, las paradas de bus dan pena y la luz se va a diario ¿Quién aguanta esto? Nadie”, se queja.
Diagonal a su casa se ve la chimenea de la antigua central azucarera que junto a los graneros de Manuare fueron el alma económica de Carlos Arvelo. Hoy ninguno funciona y son el recordatorio de lo que el municipio pudo ser y no fue. La central lleva más de 20 años paralizada, pero la producción de granos está parcialmente liquidada.
El nulo mantenimiento hecho a los 82 kilómetros, que unen a Tacarigua con el sector Manuare de la parroquia Belén, contribuyó a que la producción agrícola se desplomara. Por esta carretera los carros livianos no pasan, las camionetas sortean con dificultad los obstáculos de la vía y el transporte público lo hace con temor ante las múltiples fallas de borde. Las gandolas cargueras ya no se atreven a transitar por el lugar.
Grisley González vive en una casa a medio terminar en el sector Las Tiamitas de Carlos Arvelo. Durante años pateó la calle para buscar votos a favor de la revolución porque creyó que el chavismo era la solución a sus problemas y a los de su comunidad.
Como líder comunitaria, González se sienta con quien sea que puede en busca de soluciones, lo ha hecho muchas veces con el alcalde Ángel Bilbao, pero todas sus solicitudes reposan en una gaveta, incluso se atreve a decir que ya no están ahí sino en la basura.
Ese desinterés la alejó aún más del chavismo y ha entendido que la autogestión es la única salida. Para tener agua, la propia comunidad logró cambiar las piezas de una bomba, pero al no tener capacidad para perforar pozos no reciben continuamente el servicio.
No muy lejos de la casa de Grisley hay un colegio público. Ahí estudian sus dos hijos. Desde hace tres meses no ven clases presenciales, ¿la razón?, se prometió la remodelación del centro educativo, pero los meses han transcurrido y las obras están paralizadas.
A esto hay que añadirle que en Las Tiamitas jamás ha llegado el internet, ni Cantv, ni ninguna cableoperadora conocida, por lo que la capacidad de estudiar online se ve restringida a los pocos datos móviles que las familias pueden pagar.
Control social
En Carlos Arvelo los programas de ayuda social del chavismo se utilizaron para asegurar lealtades y votos. Algunos de estos mecanismos ya conocidos son el acceso a misiones, a la bolsa de alimentos subsidiados y al sistema de bonos.
“Es la ideología de la mediocridad. Ellos nos han golpeado por todos lados y seguimos sumisos”, dice Grisley cerrando los puños con coraje y relata que a ella la han amenazado con quitarle los beneficios, pero se atrevió a romper con el patrón de miedo. “Esa es la estrategia, te intimidan y te hacen sentir débil, pero al final nunca te quitan nada. Solo te miden. Así es el chavismo, te da algo y luego lo usa en tu contra”, cuestiona.
Tanto Zenaida como Grisley coinciden en una frase que es cada vez más común entre los carlosarvelenses: “Somos el patio trasero de Carabobo”.
Disidencia en el chavismo
Arturo González* asegura que tiró el carnet del PSUV debajo de la cama cuando, hace seis años, no pudo encontrar atención médica en los centros de salud del municipio para su hijo quien en ese momento tenía apenas un año de edad y convalecía a causa de una fiebre muy alta. Desde entonces milita en la oposición.
El sistema de salud carlosarvelense se resume a fachadas pintadas con un Superbigote que no tiene poder para llenar los estantes de medicinas y tampoco garantizar el personal médico. Fuentes vinculadas a este sector reportan que no hay médicos especialistas en el ambulatorio tipo 1 de la Central Tacarigua, por lo que viajar al Hospital Central de Valencia, ubicado a 36 kilómetros de distancia, es la única opción para ver a un cardiólogo, neurólogo y hasta un ginecólogo.
Según González, de 50 familiares que antes eran chavistas hoy 47 han cambiado de acera política, calcula con los dedos.
El concejal José Castillo del partido Un Nuevo Tiempo –el único opositor de la cámara municipal– comenta que ha pedido al contralor regional abrir una investigación para determinar cómo fue la ejecución del presupuesto municipal ante las graves carencias, pero la han negado.
Confirma que hay preocupación en la dirigencia chavista: “No te lo dicen directamente porque no van a evidenciarlo, pero… en privado lo comentan”.
El concejal se prepara para debatir el nuevo presupuesto del municipio, pero cuando se le pregunta por el monto preciso en 2022 dice no recordarlo. Los demás concejales tampoco revelan la cifra.
Pese a la negativa, Crónica Uno y Efecto Cocuyo accedieron a una fuente en el CLEC y se conoció que Carlos Arvelo recibió un presupuesto situado en 49.712,60 bolívares, una cantidad mayor que la otorgada a tres de los cinco municipios del Área Metropolitana de Valencia. No obstante, el monto ya había perdido 50 % de su valor en enero de 2023 por la devaluación, informaron expertos en presupuesto público consultados.
A pesar de los recursos otorgados, Carlos Arvelo sigue siendo el municipio más pobre del estado por la imposibilidad de generar ingresos propios ante la ruina del sector agroindustrial.
Efecto búmeran
El municipio también ha sido excluido en las políticas del gobierno regional. Una muestra de esto es que en sus casi siete años al frente de la gobernación, Lacava solo ha hecho tres visitas a este lugar.
“Se aprovecharon de la pobreza para comprar las voluntades, pero al final empobrecieron más a la gente y se le están volteando”, afirma el exalcalde opositor Danilo Montecalvo.
Explica que este viraje se ha hecho más lento porque había una fuerte estructura de control social que se derrumba. A diferencia de las grandes urbes, en la rural Carlos Arvelo la pobreza es el motor para salir a votar en contra o a favor.
La confianza excesiva del Gobierno en las victorias pasadas alimentan la desatención. “Creen que lo tienen ganado, pero la gente se les está volteando y no se han dado cuenta”, agrega el opositor.
La creciente insatisfacción está posicionando el nombre de Danilo Montecalvo. El último alcalde opositor es recordado como el hombre que trajo el progreso, esto en resumen se refiere a la red de tendido eléctrico, al sistema cloacal y al servicio de gas. Montecalvo no admite si volverá a ser candidato a la alcaldía, pero asume el rol de mentor del relevo político en el que pone sus esperanzas de cambio, al igual que lo hace el chavismo disidente.
(*) Se modificaron los nombres de las fuentes por medidas de protección.
Este es un trabajo colaborativo entre Efecto Cocuyo y Crónica Uno.
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