Su cortometraje Pasta negra participa esta semana en el Festival de Cine de Sundance. Prepara una película con Paz Vega como protagonista.

Caracas. Herminia se levantó de madrugada. No quiere quedarse sola en casa. Teme que su hija y nieta la abandonen cuando viajen para cruzar la frontera. Van a Cúcuta a vender su cabello, que le pagan por debajo de lo esperado, pero suficiente para resignarse a comprar un paquete de pasta que resuelva la noche. 

Ya en el puente Herminia debe quedarse del lado venezolano, pero pide que le dejen al bebé de la nieta, una manera de garantizar que las dos mujeres regresen.

Horas después, vuelven al hogar, en una casa que se viene abajo poco a poco. Preparan la comida, que tratan de engalanar con un poco de aceite y sal. Ahí, en medio del silencio de una noche simulan que se alimentan. “Vaya a dormir mamá. Mañana veremos cómo seguimos”, le dice Horalia a Herminia. 

Son parte de las imágenes de Pasta negra, el cortometraje del cineasta venezolano Jorge Thielen Armand, quien escribió el guion junto con Mo Scarpelli basado en el cuento “Tijeras”, de Karina Sainz Borgo. 

Jorge Thielen Arman
Lesbia Aurelina López interpreta a Herminia en Pasta negra, de Jorge Thielen Armand

La obra participa en el Festival de Sundance, que comenzó el jueves pasado y culminará el 2 de febrero. El cortometraje transmite el desasosiego de la incertidumbre ante el sustento. Rostros tristes que se cruzan en la desidia de una vida que parece no tener mayor brújula que la que otorga la supervivencia en su nivel más básico.

Caminos de tierra que desvencijan el alma por la ausencia de promesa. Espíritus doblegados entre parajes que pudieran prometer más. Ayer viernes 24 de enero fue la primera de las cuatro proyecciones en el certamen. Es una coproducción entre Canadá, Venzuela, Italia y Colombia.

Jorge Thielen Armand es uno de los cineastas venezolanos más importantes de su generación. Es un realizador con una obra corta, hasta los momentos los largometrajes La soledad (2016) y La fortaleza (2020), y el cortometraje Flor de la mar (2015). Poco extensa, pero se trata de un joven que apenas pasa los treinta años de edad, pero que su nombre ya ha figurado en festivales como Venecia y Biarritz. 

¿Cómo llegas al cuento “Tijeras” de Karina Sainz Borgo?

— Bueno, me interesé por leer El tercer país. Entonces me puse en contacto con la agencia de Karina y me enviaron el libro. Me comentaron de la existencia de “Tijeras”, que es el germen de El tercer país. Me lo enviaron junto al libro con el comentario de que siempre han pensado que podría ser una maravillosa adaptación al cine. No contemplaba hacer un cortometraje. En ese momento tenía dos largometrajes. Pero entre esos procesos para llevar a cabo otro largometraje, a mi esposa y a mí nos pareció buena idea hacer un cortometraje. Me acordé entonces del cuento y adquirimos los derechos. 

Se encontraron hace poco. Hay registro en sus redes

— Sí, de hecho fue la primera vez que nos vimos en persona. Ella vive en Madrid y yo ando por acá también. Grabamos una entrevista que le hice en un carro antiguo en el estudio de Juan Gerstl. Quedó súper fina y la vamos a estrenar pronto online.

— ¿Quién estuvo tras la cámara en ese registro? 

— Rodrigo Michelangeli estaba acá en Madrid de casualidad. Usamos tres cámaras. También nos ayudó Juan Gerstl. Entre los tres hicimos todo. 

Jorge Thielen Armand
Jorge Thielen Armand prepara rodar su próximo largometraje entre Colombia y Venezuela

En el dossier de prensa de Pasta negra hablas de cómo la historia de este cortometraje está impulsada por todos estos padecimientos de la familia, en la adversidad, en el contexto que todos conocemos del país. Tu obra está muy marcada por la mirada que haces de la familia,  de esas dinámicas entre los miembros de un grupo. ¿Qué te llama la atención de la familia?

— Irme de Venezuela fue un cambio que me marcó para siempre. Con cada película deseo ahondar ahí. Cada película es un reencuentro con memorias de mi pasado. En este caso, esta es una película más de ficción que todas las que he hecho, obviamente. Pero sin duda, me relaciono mucho con esa perturbación, ese dolor que tiene el personaje, la abuela, y ese miedo de ser abandonada. 

Ahora que hablas del miedo de ser abandonado, en este caso abandonada, hay algo muy simbólico en la espera cuando las más jóvenes cruzan la frontera y dos generaciones, quizás la más extrema en cuanto a edad por lo avanzada, y la más extrema en cuanto a juventud, que es el bebé, son las que esperan del otro lado de la frontera. Hay un simbolismo en Pasta negra que me llamó mucho la atención

— Qué interesante eso. Además, la abuela acepta quedarse en Venezuela, pero que le dejen al bebé porque es su garantía de que van a volver. Porque está claro que la madre no va a dejar al bebé con la abuela. Entonces también son estos personajes los que llegan a esos extremos. El miedo los lleva a esos niveles de desconfianza y de manipulación. 

Otra cosa que confirmo en tu obra con este cortometraje es la ausencia o la poca presencia de la ciudad pomposa, de la ciudad que pretende apabullar con sus grandes edificios y sus grandes autopistas. No sé si lo ves también.  

— En el caso de este cortometraje, siempre me lo imaginé como una frontera, con un puente y edificaciones. Optamos por una frontera más misteriosa, una trocha, todo más informal; entre la legalidad y la ilegalidad. Fíjate que en esa frontera hay una bandera rota ahí que tú no sabes si es de Venezuela o de Colombia. Hay un puente, hay un militar, pero luego hay otro que no es militar y que está cuidando la frontera. Entonces hay como algo movedizo, que no se deja definir. 

Jorge Thielen Armand
La obra de Jorge Thielen Armand suele tener buena recepción de la crítica

— ¿Cómo fue la experiencia de volver a contar una historia en cortometraje? No filmabas uno desde Flor de la mar, hace ya diez años

— Nunca había hecho un cortometraje de ficción. O sea, en la universidad sí, pero obviamente no son cosas que se estrenaron.  Yo sufrí mucho haciendo Flor de la mar, un documental. Me tocó editarlo yo solo. No teníamos recursos. Por la inexperiencia filmamos mucho material y tuve que lidiar con eso en el montaje. Por eso tardé como tres años. En cambio, ahorita con Pasta negra, fue distinto porque ya había un material muy fuerte en que basarlo: el cuento “Tijeras”.

Fue muy sabroso transformar esa historia. Creo que uno tiende a mirar las adaptaciones para cine, que es ya un término muy obtuso, por cuánto se parecen a la historia escrita. Eso me parece un error. Me parece que las obras hay que juzgarlas como si fueran independientes. Nunca se van a parecer a las palabras escritas, y menos cuando es un libro que puede tener 200 páginas y la película nada más 2 horas. Pero finalmente fue un proceso muy rico adaptar, pero más transfigurar, transformar, transgredir la historia.

El formato cortometraje también implicaba ciertos retos de presupuesto. Tuvimos que hacer muchos sacrificios por el hecho de que filmamos en película de 16mm. Había como una economía muy brava en todo sentido con respecto a diálogos, cantidad de tomas, escenas y personajes. Fue un ejercicio de poner todo al mínimo, de roer la carne hasta el hueso. Y creo que se logró.

-¿Por qué filmar en 16mm para Pasta negra

-Bueno, por la misma razón que hago un corto. Hago un corto no solamente porque me interesa la historia de Karina, sino porque me interesa probar cosas nuevas. Me interesa filmar en película, algo que solamente lo había hecho en la universidad. Deseaba trabajar con gente nueva, en territorios nuevos, probar un tono distinto.

También me gusta la idea de filmar algo en película, algo venezolano en película, porque es un formato que perdura más en el tiempo. Siento que el digital va de la mano con la desmemoria, con el borrón de memoria deliberado que existe en el país. Filmar en película le da permanencia al trabajo. Un  disco duro no está garantizado por más de 5 ó 10 años. 

Hablas de economizar diálogos, de ser lo más certero posible. Imagino que volver con Pasta negra a esta dinámica para el cortometraje también fue un proceso de enseñanza y reflexión tanto en lo artístico como en lo técnico 

— Sí. Yo no me involucré mucho en los procesos de la cámara, pero sí fue un reto grabar con poca película. Rodamos con nada más que 7 latas de película. Eso hacía que yo tuviera que cambiar mi manera de trabajar. Mi manera de trabajar en mis largometrajes ha sido a partir de la improvisación, un poco del caos y de algo muy juguetón: cortar pocas veces. Seguir rodando, inventar, meterme en la escena, decirle algo al actor.

Al final yo sé lo que vamos a cortar. Es un proceso muy orgánico que me ha dado muy buenos resultados, sobre todo en La fortaleza en cuanto a las actuaciones. En Pasta negra no pude hacer eso. Tuve que ser muy preciso. También trabajé con actores no formados y tenía menos tiempo de preparación. Me vi obligado también a ensayos, que no me gusta hacer. Hubo hasta 7 ensayos. No me divertí tanto como antes con esas formas más caóticas y fluidas. Siento que los actores en cierta manera sufrieron un poquito, aunque se perdonan por el formato. Son actuaciones más rígidas.  También hay un asunto en la cinematografía que es más preciso y pausado. 

¿Pensabas en la reacción de Karina Sainz Borgo al momento de ver el cortometraje? 

— No mientras filmaba, pero sí cuando estaba listo. Yo había hablado con ella por mensaje, no la conocía para ese entonces. Me daba un poco de ansiedad que fuera a verlo y se disgustara. Al final le encantó. Siento que ella también comparte esa visión de que las cosas no tienen que ser fieles al material original, aunque ella dice que es muy fiel.

También Pasta negra es el primer guion que firmas con Mo Scarpelli

— Sí. 

— Entonces hablamos de una dupla creativa de la que veremos más obras

— Estamos escribiendo otro guión ahora mismo. Se llama Poema del fantasma. Mo es mi esposa. Hay ciertas complicaciones con eso, obviamente. Pero al mismo tiempo ella es una persona que yo respeto muchísimo y es muy talentosa. Y bueno, es muy fácil de trabajar con ella porque vivimos en la misma casa. Entonces solamente hay que buscar el tiempo y una niñera. 

Jorge Thielen Armand
Mónica Zabaleta García intepreta a Milagros en Pasta negra, de Jorge Thielen Armand

Y este es el año de La muerte no tiene dueño

— Sí. Después del Festival de Sundance me tengo que poner en eso. Voy a hacer la película y ya el tiempo se va agotando. Quiero hacerla bien. Estoy muy emocionado. 

¿De qué va? 

— La historia trata de una mujer de 50 años de edad que regresa a Venezuela luego de 20 años. Retorna para vender una hacienda de cacao que heredó de su padre. Y cuando llega se siente atemorizada por las memorias de un secuestro que fue lo que la llevó a irse. Pero también se siente vigorizada de alguna manera por la belleza y la rudeza del paisaje.

Y cuando llega a esta antigua plantación colonial sumida en la maleza, se encuentra con que los antiguos cuidadores siguen viviendo ahí, y que no se van a ir para ningún lado. Entonces ella inicia un juego de manipulaciones y termina mudándose con ellos. Y estas manipulaciones cada vez se van volviendo más violentas. Todo esto estalla en la muerte de muchos de ellos. Por eso se llama La muerte no tiene dueño

Y la actriz será Paz Vega…

— Sí. Me interesa mucho el tema de que sea una actriz extranjera. Porque quiero que tenga un acento extranjero. Conozco a muchos venezolanos que adoptan otro acento. Muchas veces es un mecanismo de defensa por diversas razones: supervivencia, negación o dolor. Es algo que se explora también en la película. La idea es rodar entre Venezuela y Colombia. 

— ¿El guion es tuyo?

— Sí. Lo escribí yo solo.

¿Cuáles son tus expectativas de lo que ocurra en Sundance?

— Es una oportunidad rara en el sentido de que es difícil entrar en ese festival. Recibieron más de 11.000 cortometrajes. Es una lotería. Tengo mucha fortuna. El viaje es un gran esfuerzo porque es un festival que no cubre nada. Exige muchísimo.

Entre las cosas que piden que hagas están los subtítulos para sordos, que lleves los afiches, que los pongas tú en el bastidor. No te buscan en el aeropuerto. Es muy hostil en ese sentido, además de costosísimo. Pero no puedo dejar de ir. Ojalá que sea un sitio donde pueda encontrarme con gente interesante y que el cortometraje tenga un buen arranque. El corto ya hizo más de lo que yo pensaba. 

Jorge Thielen Armand
Pasta negra es un cortometraje de Jorge Thielen Armanda que dura casi 15 minutos

— Y cada vez que estrenas una película tiene buena recepción en festivales importantes. ¿Qué dice eso de ti?

— Bueno, que tengo mucha suerte. (Ríe). Los números cada vez son más trancados. Pero no creas, quedé en Sundance, pero antes lo envié a festivales donde yo tengo historia como Venecia o Toronto. No lo quisieron. Uno piensa que uno construye lugares donde habitar y no es así. Siempre uno está como a la merced de alguien nuevo que está viendo 12.000 cortos y por alguna razón conecta con el tuyo. 

¿Hay alguna obra literaria que te gustaría adaptar?

— Como te dije, me gustó mucho el proceso de adaptación. Escribir guiones es muy fuerte e ingrato. Yo sufro muchísimo. Siento que no soy tan bueno como quisiera ser escribiendo guiones. Me toca hacer 16 ó 20 versiones de un guion para poder llegar a algo. Luego me dicen que no tiene plot. En cambio, con la adaptación siento que llegué a otros espacios. No sufrí tanto con este proceso de adaptación. En cierta manera es más fácil. Supongo que entonces no será igual con un libro porque hay más cosas.

Siempre estoy leyendo y buscando qué adaptar. Si tienes alguna recomendación, dime por favor. Me gustaría adaptar The Night, de Rodrigo Blanco Calderón. Pero es muy complejo, no sé si se pueda. Y bueno, quiero leer los libros nuevos de Karina. También soy amigo de Eduardo Sánchez Rugeles, que ha hecho cosas bellísimas. Siempre estoy buscando autores. Siempre estoy leyendo cosas nuevas, especialmente obras venezolanas. Eso toma mucho trabajo. Quisiera tener alguien que me lea las cosas y me dé pistas. 

¿Se podrá ver Pasta negra en Venezuela?

— Yo espero que sí. Sin duda la vamos a mandar a los festivales que hay cuando abran las convocatorias o cuando nos inviten a enviarla. Hablaré con fundaciones o grupos que la puedan proyectar. El problema de los cortometrajes es que no tienen mucha salida comercial y tampoco es que generan ganancia. Solo exhibir y ya. En algún punto lo lanzaremos online.

Lea también:

Barry Jenkins: “Pude verme a mí mismo en Mufasa”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.