La frutería Biruma tenía más de cinco décadas en Altamira. Sin embargo, fue demolida por una orden del Tribunal Trigésimo Tercero de Primera Instancia Estatal a la Alcaldía de Chacao, que fue revocada cuando solo quedaban los escombros.
Caracas. La vista de Marta Paredes se nubló cuando llegaron a derribar lo que ella considera “el esfuerzo de toda una vida”. La tensión se le subió y perdió la noción del tiempo ese martes 8 de febrero luego de que llegara un grupo de personas a la frutería Biruma con una orden de demolición, que incluía la destrucción de las viviendas de su familia.
Marta no estaba en casa cuando llegaron a demoler. Impartía la clase de gimnasia rítmica en el colegio donde trabaja y recibió una llamada de su hermano Arnaldo: “vente, que aquí llegaron con una orden de demolición”. Llegó lo más rápido que pudo a la sexta transversal de Altamira, donde estaba la frutería.
La frutería Biruma tenía más de cinco décadas en Altamira, luego de que sus padres se mudaran desde los Valles del Tuy a los 16 años de edad. “Sentía un nudo en la garganta al ver cómo tiraban la frutería. Es duro, sentimentalmente pega mucho. Duele, duele mucho, ver el derrumbe de lo que construyeron tus padres. No se lo deseo a nadie”, contó Marta, quien tiene 62 años y hace casi dos años superó un cáncer de cuello uterino, una situación que compara con lo que vive actualmente.
Ahora que pasamos por todo esto, es lamentable. Pero tendremos que superarlo, como superamos el cáncer”.
En los años 50, los padres de Marta construyeron un garaje para estacionar el carro de la familia, pero al poco tiempo decidieron convertirlo en una venta de arepas. Luego pasó a ser un quiosco donde vendían pan, leche, periódicos y útiles escolares y, en diciembre, vendían pinos naturales y fuegos artificiales, una época que Marta recuerda con nostalgia, que expresa a través de lágrimas.
En la actualidad, la familia Paredes no eran quienes operaba la frutería. No lo hacían desde hace más de 20 años debido a que sus padres tuvieron problemas económicos y prefirieron alquilar el espacio. Sin embargo, detrás del comercio estaba la casa de su hermano Arnaldo —que fue demolida— y otra que está habitada por Marta y su esposo, que logró salvarse de la maquinaria.
Arnaldo ahora duerme en una colchoneta dentro de la casa de Marta porque en su hogar solo quedan las vigas de acero. Casi todas sus pertenencias se las llevaron en un camión las personas que fueron a derrumbar la frutería. Lo poco que pudo salvar fue una laptop, unas bicicletas y una moto. “Se llevaron hasta mis matas”, denunció Arnaldo, un hombre de casi de dos metros con voz ronca, quien aseguró sentirse impotente al ver cómo se llevaban sus pertenencias y derribaban su casa.
Hay una trayectoria de muchos años, y cuando se aparecen a reventar el patrimonio de sus padres, uno explota”.
La orden revocada llegó muy tarde
La demolición de la frutería se ejecutó por una orden emitida del Tribunal Trigésimo Tercero de Primera Instancia Estatal en función de Control del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas a la Alcaldía de Chacao. La razón que aparece en la sentencia explica que se debe a que la infraestructura se encuentra en el cauce de una quebrada, la cual está dentro de un Área Bajo Régimen de Administración Especial (Abrae).
De acuerdo con información publicada por el Ministerio de Ecosocialismo, un Abrae es aquel que “está sometido a un conjunto de normas y directrices que tienen por objeto la defensa, conservación y mejoramiento de los mismos, en razón de que sus características geográficas, paisajísticas, geoestratégicas, topográficas, socioculturales difieren del resto del territorio”.
Pese a que la sentencia tiene fecha de emisión del 15 diciembre de 2021, la Sindicatura Municipal de Chacao la recibió el 8 de febrero de 2022 a las 10:18 a. m. y se empezó a ejecutar a partir de las 11:00 a. m. de ese mismo martes.
Sin embargo, horas más tarde, luego del trabajo de los abogados de la familia Paredes, el mismo tribunal emitió una nueva sentencia que revocó la decisión de la demolición, pero ya era muy tarde. La frutería y la casa de Arnaldo estaban en ruinas. “Mi casa se salvó porque mi esposo y yo nos quedamos adentro y nos negamos a salir”, relató Marta.
Pero la casa de Marta quedó sin servicio de agua, luz y gas. Con el pasar de los días los pudieron restablecer. La luz y el agua las reconectaron con la ayuda de otros vecinos porque con las herramientas los obreros que ejecutaron la demolición dañaron los medidores. La bombona de gas también se la llevaron, pero un amigo de la familia les consiguió una nueva. Ya también lograron poner una nueva puerta en la entrada, la cual fue tumbada completamente.
Para nosotros todo esto es muy fuerte, pero sabemos que vamos a echar pa’lante”, dijo Arnaldo.
Marta, su esposo y Arnaldo no planean salir del lugar a pesar de todo lo que perdieron. Durante los días después de la demolición, recibieron la visita de vecinos que quisieron solidarizarse. “Esta frutería todos la conocían, ayer llegó una señora que me recordó que mis padres repartían pan y el periódico por toda Altamira cuando comenzaron con la frutería, la cual originalmente se llamaba Los Bambúes”, expresó Marta.
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