Crónica.Uno hizo un recorrido por cada región para conocer la realidad de las costas venezolanas. La contaminación hace peligrar no solo la salud de las comunidades locales y turistas, sino los ecosistemas por la acumulación de plástico y desechos orgánicos.
Regiones. Cada tercer sábado de septiembre se celebra el Día Mundial de las Playas, una fecha que se ha convertido en un llamado para la preservación de los ecosistemas costeros. En el territorio venezolano hay unas 412 playas que se extienden a lo largo del mar Caribe y el océano Atlántico en 3726 kilómetros de longitud. Se estima que de estos, 1700 kilómetros son playas acompañadas de unas 311 islas.
El mantenimiento y preservación de estos ecosistemas que incluyen corales, bosques de mangle y especies en peligro de extinción, solo por nombrar algunas de sus riquezas, hacen necesario que los venezolanos tomen conciencia y que las industrias se responsabilicen por los daños ambientales, especialmente la petrolera, dadas las constantes fugas de hidrocarburos en los mares de la región.
Crecen las algas
La isla de Margarita ha padecido durante siete meses el crecimiento desmedido del sargazo, un género de macroalgas planctónicas de color marrón o renegrido que al morir producen un olor fétido. Playa Concorde, una de las más afectadas ubicada en Porlamar, ahora busca estabilizarse para recibir a los temporadistas.
En el caso del lago de Maracaibo la situación no es diferente, por la proliferación de la cianobacteria conocida como verdín, producto de las altas temperaturas y de nutrientes como fósforo y nitrógeno que aportan las 13 cañadas que desembocan en el estuario. Esta situación va en detrimento de 12 playas de 33 que posee el Zulia en nueve municipios.
Para la temporada Carnaval 2024 las autoridades regionales solo anunciaron tres playas aptas: Caimare Chico, ubicada el municipio Guajira; isla de San Carlos, en Almirante Padilla, y Quisiro en el municipio Miranda.
El lago de Maracaibo forma parte de una cadena contaminante que llega hasta el balneario Palmarito, en el estado Mérida. Sin embargo, ahí el Ministerio de Ecosocialismo ha unido fuerzas con más de 60 pescadores y comunidad en general, para mantener una conciencia activa en la recolección de los desechos.
Amenaza latente
El descontrol de las aguas residuales también perjudica otras regiones, como es el caso del estado Sucre donde hay 121 playas. Fernando Blanco, biólogo de la Universidad de Oriente (UDO), explicó que persiste la falta de tratamiento para las aguas residuales.
El especialista advirtió sobre la presencia de enfermedades como hepatitis y gastroenteritis debido a la exposición a aguas no aptas.
Además, explicó que la situación empeora con la llegada de las lluvias. Estas arrastran desechos orgánicos de los caseríos cercanos e insecticidas. “Terminan en la parte más baja del lecho marino e incrementan los índices de contaminación”, dijo Blanco.
Los 170 kilómetros de costa del Litoral Central también piden auxilio ante la descarga de aguas servidas y la presencia de desechos sólidos. Aunque el problema no pareciera influir en la visita masiva de temporadistas caraqueños y varguenses, varias organizaciones ambientales se hacen eco de la denuncia.
El gobierno regional asegura que hay 64 playas aptas, pero el Ministerio de Ecosocialismo no ha publicado el estudio técnico que así lo demuestre.
La descarga de aguas servidas residenciales va directo al mar Caribe y eso es una realidad que no se puede ocultar. Desde antes de la tragedia (1999), hay playas de Maiquetía, Macuto, Caraballeda y Naiguatá donde se hace visible el derrame de aguas negras”, afirmó Henry Valecillos, ingeniero ambiental.
Plástico, enemigo de la fauna
Restos de goma, plástico, vidrio, madera y colillas de cigarrillos son solo algunos de los desechos que se encuentran en las playas y cayos del estado Falcón. Debido a la degradación natural, parte de estos materiales se convierte en microplásticos que al final son consumidos por las especies marinas.
El impacto de la acumulación de desechos y la falta de plantas de tratamiento para aguas residuales han causado daños a las tortugas marinas. Cuando estas llegan a las orillas a desovar, se encuentran con desechos que ponen en peligro a la nueva generación.
Este problema se extiende hasta la costa de Choroní. De acuerdo con la Fundación Azul Ambientalista, las zonas de anidación de las tortugas marinas están amenazadas por la misma causa en Playa Grande, Uricao y Valle Seco, del municipio Girardot, hasta Chuao, en Santiago Mariño, estado Aragua.
Las tortugas marinas confunden las bolsas plásticas con medusas y se las comen. El plástico se ha convertido en una amenaza para las hembras anidadoras y los neonatos que emprenden su camino hacia el mar”, comentó Gustavo Carrasquel, de Azul Ambientalista.
Degradación
En el caso de Carabobo, la contaminación es una sentencia para los arrecifes de coral, bosques de mangle y las praderas de fanerógamas que funcionan como estabilizadores de la línea de costa, fuente de alimentos para herbívoros y hábitat de especies como tortugas, aves y peces.
El peligro al que se enfrentan los corales es a causa de su extracción, como recuerdos de visitas a la zona y el anclaje inadecuado de lanchas. Además, la sedimentación, producto de la deforestación, los asfixia, un daño difícil de revertir debido a su lento crecimiento y baja recuperación.
Lo mismo sucede con las praderas de fanerógamas, que luchan por sobrevivir a la sedimentación y la contaminación orgánica lo que mantiene en peligro a las tortugas verde y carey. Sin contar que las barreras naturales contra la erosión costera que forman los mangles y que además sirve de alimento y protección para otras especies también están en riesgo.
A esta lista de problemas se le suma el más peligroso de todos, los derrames petroleros constantes provenientes de la refinería El Palito.
Formación ciudadana
La conciencia ciudadana es vital para mantener y preservar los mares y costas del país. De ahí las numerosas campañas que mantienen las organizaciones ambientales de cada región, que insisten en la necesidad de implementar políticas públicas a cargo del Gobierno nacional para contrarrestar este fenómeno.
En Venezuela hay zonas de gran valor, como es el caso del estado Apure, que posee la playa de agua dulce más grande de Latinoamérica y que actualmente se enfrenta a una crisis de contaminación.
Ubicada en el municipio Pedro Camejo, la playa Macanilla considerada un paraíso natural con una biodiversidad única, es víctima de la inconsciencia local.
La falta de infraestructura adecuada para la gestión de residuos y la escasa vigilancia en la zona complican los esfuerzos de las organizaciones ambientales por preservar el patrimonio natural.
Finalmente y cerrando este recorrido en la capital venezolana. La basura acumulada en el río Guaire, en Caracas, sigue su cadena de contaminación hasta las playas de Río Chico, en el estado Miranda. Allí se acumulan grandes cantidades de bolsas, desechos orgánicos y troncos de árboles en las playas de Paparo y Los Canales, del municipio Páez.
Zoraya Urbina, dirigente vecinal en Paparo, dijo que son los mismos pescadores quienes participan en la recolección de la basura para realizar sus labores. “La basura se acumula en gran cantidad y lamentablemente aquí ya no viene ningún ente“, sentenció.
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