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Crisis económica y falta de presupuesto afectan infraestructura y servicios de la ULA Mérida

ULA

La histórica institución merideña enfrenta graves problemas de infraestructura, bibliotecas desactualizadas y transporte deficiente por falta de recursos. Pese a las carencias, el impacto de la crisis no ha impedido que la ULA  siga abierta como testigo y promotora de tiempos mejores.

Mérida. La Universidad de Los Andes (ULA), ubicada en la ciudad de Mérida y considerada una de las instituciones académicas más presitigiosas del país, se desmorona ante la mirada impotente de sus autoridades y estudiantes. 

El declive de la infraestructura, las bibliotecas y el transporte en esa casa de estudios, que por décadas dinamizó la vida económica, social, académica y cultural de la región andina, se ha convertido en una constante, casi atenuantes, como consecuencia de la falta de recursos y el abandono estatal.

Debido al casi inexistente presupuesto, que debería proveer el Estado, la institución no puede pagar sueldos dignos a sus trabajadores. Tampoco le alcanza para mantener las rutas en servicio ni las bibliotecas actualizadas. Mucho menos se garantiza el mantenimiento de la infraestructura, admiten resignadas profesores y autoridades. 

La emergencia humanitaria compleja, combinada con el prolongado déficit presupuestario, han obligado a la ULA a destinar a lo más básico los pocos recursos que llegan. Los pasillos de la ULA, antes repletos de jóvenes ávidos de conocimiento, hoy se asemejan más a un antiguo museo abandonado.

Las paredes, antaño blancas y relucientes, ahora exhiben las cicatrices del tiempo y la desidia. La falta de personal de vigilancia, consecuencia directa de los bajos salarios, ha dejado a las facultades desprotegidas y vulnerables.

Pérdidas cualitativas y cuantitativas

El rector de la ULA, Mario Bonucci Rossini, dijo a Crónica.Uno que la infraestructura de la institución se ha deteriorado progresivamente por las fallas en seguridad, atribuidas al éxodo del personal, quienes por la falta de incentivos abandonan sus cargos. 

La ULA, fundada en 1785, ha sobrevivido a guerras y dictaduras, pero la actual crisis venezolana amenaza con ser su golpe de gracia. El rector Bonucci describe cómo el diseño antiguo de platabanda, que en su momento fue motivo de orgullo arquitectónico, se ha convertido en una pesadilla presupuestaria, debido al alto costo de la impermeabilización, un aspecto clave para su mantenimiento.

Más del 80 % del presupuesto se destina a gastos de nónima. El resto es omitido por el Gobierno desde hace más de 10 años. Esto ha ocasionado que problemas menores, como las filtraciones, fáciles de controlar con mantenimiento preventivo oportuno, se conviertan en un enemigo implacable. 

La Facultad de Medicina también presenta filtraciones. El rector dice que en abril del año 2023 se inició el plan de recuperación de espacios junto con la Gran Misión Venezuela Bella.

Las facultades se mantienen al menos en un funcionamiento considerable, gracias a la ardua labor de todos nuestros decanos, que, aún así, hacen convenios con todos, no importa el color que sea. La universidad nos necesita y debemos pensar en construir un mejor futuro sin ningún tilde político, reflexiona Bonucci. 

El gobernador del estado Mérida, Jehyson Guzmán, en un intento por detener la hemorragia, ha iniciado trabajos de recuperación en la Facultad de Medicina. Sin embargo, estos esfuerzos parecen un parche en una herida que requiere cirugía mayor.

Según Guzmán, el proyecto de rehabilitación del que se desconocen detalles como el avance de la obra, incluye la recuperación del auditorio de la facultad y el acondicionamiento de los salones invadidos por la humedad. En paralelo, se avanza con el mantenimiento de desagües y fachada.

Baños en una aparente remodelación en el edificio D, Facultad de Humanidades y Educación. | Foto: Ma. Angela Arellano
Asalto a la memoria

Pero el deterioro en la ULA no es solo material. Bonucci enfatiza en la pérdida de espacios de investigación, pues estos lugares han sido saqueados en su totalidad. Tal es el caso del Instituto de Investigaciones Agropecuarias, ubicado en el sector Santa Rosa en la Facultad de Ciencias.

Lo único que logramos rescatar de esta infraestructura fueron los equipos de computación, mobiliario y la biblioteca. Logramos preservar todos los textos y los llevamos a la Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales en la biblioteca principal, repasa.

Las bibliotecas apenas logran mostrar los vestigios de un pasado más próspero. Argenis Arellano, coordinador de la biblioteca de la Facultad de Humanidades y Educación, resume con crudeza el grave abandono que han sufrido en la última década. 

La condición actual de estos espacios bibliotecarios es reflejo de al menos veinte años de descuido gubernamental, insuficiencia presupuestaria y crisis socioeconómica. Esto se evidencia en la desactualización de las colecciones, obsolescencia de los equipos de informática, pérdida de personal capacitado por migración y falta de mantenimiento de planta física”, dice el profesor.

Arellano explica que desde los Servicios bibliotecarios de la Universidad de Los Andes (Serbiula) han hecho un importante esfuerzo por preservar los textos de cada biblioteca. 

En los últimos años, la falta de nuevas adquisiciones en cada área del saber constituye la principal debilidad en los servicios de información. No obstante, el acervo bibliohemerográfico reunido desde el siglo XIX hasta inicios del XXI posiciona a las bibliotecas de la Universidad de Los Andes entre las más importantes del país, detalla el profesor.

Agrega que Serbiula ha logrado consolidar una biblioteca digital. Esto le ha permitido al estudiantado consultar en línea las producciones intelectuales de la universidad, pese a que no se cuente con el financiamiento suficiente para mantener estos servidores actualizados. 

Pupitres y mesas en mal estado en la Facultad de Humanidades y Educación | Foto: Ma Angela Arellano
Rutas poco operativas

Manuel Aranguren, vicerrector administrativo de la Universidad de Los Andes, hace malabares con la escasez. Todas las semanas debe mantener cuatro rutas universitarias con apenas 350 litros de gasoil, que es lo que les da acceso el Gobierno.

Aranguren explica que el transporte no funcionaba y estuvo totalmente inactivo hasta el año 2022. Entonces, el Gobienro nacional realizó su primer donativo, el cual permitió iniciar la recuperación de algunas unidades de transporte. 

Por su parte, Albert Rojas, jefe del Departamento de Transporte de ULA, precisa que, aunque pocos, se lograron algunos avances que se lograron gracias a esa donación. “Con los recursos que llegaron en el año 2023, logramos habilitar cuatro rutas universitarias que funcionan para otros municipios cercanos como Lagunillas, Tabay, Ejido y San Juan”.

Todo esto fue un proceso de años, dice, en que se han realizado la extracción de piezas clave de un autobús a otro para ponerlos a funcionar. Cabe destacar que estas unidades tienen más de 40 años de uso y que los modelos están desactualizados. 

De los 537 vehículos que posee la universidad solo se han logrado reparar 150. Hacen falta recursos económicos para ponerlos a circular todos. El acceso a combustible y el mantenimiento de cada unidad es todo un desafío. Sin embargo, el transporte sigue activo”, sostiene Aranguren.

Rojas añade que a la semana solo les dotan  350 litros de gasoil a los buses universitarios desde la alcaldía del municipio Libertador. Esa cantidad tiene que rendir para cuatro rutas. Es por esto que, a veces, los recorridos más largos los hacen solo una o dos veces por semana.

“Se requiere de una gran inversión para mantener los equipos actualizados, la infraestructura  y el transporte en condiciones óptimas, además de salarios dignos para que la ULA vuelva a ser la de antes”, concluye el rector Bonucci.

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