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Pese a salarios “miserables” docentes de la ULA Táchira se niegan a abandonar las aulas

Profesores de la ULA Núcleo Táchira sobreviven con salarios que califican de irrisorios y múltiples empleos. La crisis amenaza la calidad educativa y el futuro de miles. El Gobierno creó la figura del Sismeu, una especie de sistema de atención médica, el cual, denuncian, solo fue un “engaño” para el docente universitario.

San Cristóbal. La capital del estado Táchira acoge al núcleo con mayor matrícula de la Universidad de Los Andes (ULA), fuera de la sede principal en el estado Mérida. Otrora faro del conocimiento y ahora símbolo de la decadencia educativa nacional, sus pasillos, antes bulliciosos y llenos de vida, en la actualidad son el eco de una crisis que amenaza con apagar la llama del saber.

El colapso del sistema de educación superior ha dejado desprotegidos a los docentes de la ULA Núcleo Táchira, luego que la crisis económica del país pulverizara sus salarios y resto de bonificaciones, lo que los obligó a marcharse o aprender a sobrevivir para así continuar en esta casa de estudios.

Lorena Arraíz, docente con 16 años de experiencia en la ULA, recuerda con nostalgia los tiempos en que ser profesor universitario era sinónimo de prestigio y estabilidad económica. A la docencia universitaria, confiesa, llegó para cumplir un sueño personal, pero también por lo rentable que era, gracias a los sueldos que percibían.

Si bien ingresar a la plantilla de trabajadores no fue fácil, relató que el hacerlo le permitió vivir con comodidades, pues muchos profesores podían acceder a equipos tecnológicos, carros y casas, en gran parte por los préstamos, bonos y reivindicaciones salariales a las que tenían derecho.

Ante la falta de un salario digno, los docentes tuvieron que buscar otras alternativas para cubrir sus gastos. Foto: Maryerlin Villanueva

Estímulo emocional

Esos incentivos se perdieron con el tiempo, reprocha, y con ello se eliminó de facto la investigación, pues al no contar con un espacio para hacer prácticas se reduce el alcance de la educación. A pesar de la crisis, apostó por la enseñanza que hasta la fecha solo le permite un ingreso de 40 dólares mensuales.

Cada año me pregunto por qué sigo dando clase. Sin embargo, considero que es importante la formación y por ende me niego a abandonarla. A pesar de mis estudios académicos que representaban un peso en los salarios he visto cómo esto se ha ido deteriorando, expresó.

El deterioro no se limita a los salarios. La infraestructura de la universidad es un reflejo patente de la crisis. Baños inutilizables, ventanas sin cristales y pasillos a oscuras por falta de bombillas son el pan de cada día para estudiantes y profesores. A pesar de ello, los jóvenes acuden a las aulas, movidos por el anhelo de un futuro mejor. De ahí, Arraíz obtiene el mejor estímulo para continuar, subraya.

Cuando entro al salón y veo los ojos de los estudiantes con esa ilusión de aprender es cuando veo que esto vale la pena. A pesar de las dificultades sigo aquí trabajando en la preparación de la generación de relevo, afirmó.

La profesora contó que por el bajo salario tuvo que buscar otras alternativas para cubrir sus gastos. Actualmente, detalló, tiene cuatro trabajos en simultaneo, para poder llevar el sustento a su hogar.

Exilio de las aulas

Con el correr de los años ha visto como otros docentes a los que consideraba amigos incursionaron en otros oficios como repostería, panadería o mecánica, para intentar costear alimentación, vestido y calzado.

Desde hace más de 10 años imparte la cátedra de producción radiofónica y comunicación visual y fotografía en la carrera de Comunicación Social, en las que actualmente atiende a mas de 100 estudiantes en total.

Los docentes de la ULA Táchira aseguran que están desprotegidos. Foto: Maryerlin Villanueva

La situación no es mejor para Maximiliano Bautista, instructor desde 2019. Con un sueldo de 50 dólares, insuficiente para cubrir la canasta básica, lamenta el nivel al que ha llegado la educación venezolana.

Las bonificaciones como aguinaldos o vacaciones se volvieron “agua y sal”, según describió, pues que no alcanzan para cubrir sus necesidades. Lamentó que la calidad de la educación venezolana haya descendido tanto.

Al igual que Arraiz se niega a abandonar las aulas. Bautista apuesta por la formación de los jóvenes, quienes ven en la preparación académica una forma de ascenso social y mejora para sus vidas.

Víctimas de políticas crueles

El presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes (Apula) no duda en calificar la situación como el resultado de “políticas crueles e inhumanas del socialismo salvaje del siglo XXI”. Denuncia que los docentes han sido “condenados a vivir de un salario miserable e indigno que solo sirve para los cálculos económicos perversos del gobierno”.

El gremialista indicó que los salarios de los docentes se ajustan a los montos inconsultos y arbitrariamente establecidos por el Estado de acuerdo con el escalafón previsto.

En Venezuela el salario de los docentes ha sido injustamente confiscando mediante políticas como la constitución de sindicatos gubernamentales de maletín, la suscripción de contratos son la opinión de los gremios legítimamente constituidos y organizados y la emisión de instrucciones inconstitucionales que ejecuta ONAPRE con el fin de desconocer los derechos laborales adquiridos.

La crisis presupuestaria acabó con la investigación en la universidad. Foto: Maryerlin Villanueva

Aunado a esto, denunció que el Poder Judicial desatiende los recursos interpuestos para restablecer la vigencia de los beneficios laborales derogados y por los que se impusieron sueldos basados en bonos que, a su vez, confiscan otras bonificaciones como la del periodo vacacional, aguinaldos, prestaciones sociales y hasta la pensión de jubilación.

Agregó que la ULA tiene una nómina que ronda los 200 profesores, entre ordinarios y contrastados. Esta cantidad de docentes, añadió, es insuficiente para cubrir la demanda académica de la matrícula universitaria.

Los docentes estamos desprotegidos contamos con el IPP que no recibe los aportes patronales federativos según las normas contractuales suscritas, ni las deducciones de nuestro salario que se quedan en las cuentas del llamado sistema patria. Según el contrato colectivo deberíamos disfrutar de la protección social integral, acotó.

A pesar del panorama desolador, aún persiste un hálito de esperanza. “Cuando entro al salón y veo los ojos de los estudiantes con esa ilusión de aprender, es cuando veo que esto vale la pena”. Esa, la máxima de la profesora Arraíz, es como un mantra común entre muchos de los docentes. Esta resistencia estoica de profesores, trabajores, empleados y estudiante es lo único que parece mantener en pie a la ULA Táchira.

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